Mariana de Althaus
Ruido
Personajes
AGUSTA 40 años
AGUSTÍN 22 años
AGUSTINA 16 años
VECINA 32 años
RUIDO
De Mariana
de Althaus
AGUSTA ve TV en la sala de
su casa. Suena una alarma. AGUSTA parece no oírla. La alarma se va poniendo
cada vez más y más fuerte. Alguien toca la puerta. AGUSTA no se inmuta. Vuelven
a tocar. AGUSTA, nada. Vuelven a tocar, esta vez con más fuerza. AGUSTA va
hacia la puerta.
AGUSTA: ¿Quién es?
VECINA: Soy la vecina. Disculpe si la molesto
pero…
AGUSTA: ¿Cuál de todas mis vecinas?
VECINA: (Pausa) La de la casa azul.
AGUSTA: ¿La esposa de malhumorado del carro
azul?
Pausa.
VECINA: Sí.
AGUSTA: ¿Qué le comenté yo el domingo pasado
cuando regresaba de comprar el pan?
Pausa.
VECINA: Mire, sólo quería avisarle…
AGUSTA: Si no se acuerda qué le comenté, es que
usted no es la vecina de la casa azul.
VECINA: Ah, ya. (Pausa) Sí lo recuerdo.
AGUSTA: Qué le dije.
VECINA: Que usted tiene cincuenta panes
congelados en la heladera.
AGUSTA abre la puerta.
AGUSTA: Uno nunca sabe. Pase, por favor.
VECINA: Gracias, pero no hace falta, sólo quería
avisarle…
AGUSTA jala a la VECINA
hacia adentro y cierra la puerta rápidamente. La VECINA lleva puesta una
bata sobre una piyama de animalitos.
AGUSTA: No es conveniente dejar la puerta
abierta.
VECINA: Claro. Pero sólo quería decirle que su
alarma está sonando.
AGUSTA: No es cierto.
VECINA: Claro que sí. ¿No la oye?
AGUSTA: Claro que la oigo, no soy sorda. Pero
debe ser la alarma del vecino.
VECINA: El vecino no tiene alarma.
AGUSTA: Cómo que no.
VECINA: Usted es la única que tiene alarma en
toda la cuadra.
Pausa.
AGUSTA: Ah. (Apaga la alarma). ¿Quiere
tomarse un café?
VECINA: No, gracias, sólo venía a avisarle lo de
la alarma, mi esposo estaba tratando de terminar un artículo y no podía
concentrarse con la alarma, y me pidió que viniera para pedirles que la
apaguen. Debe estar esperándome.
AGUSTA: No creo.
VECINA: ¿Perdón?
AGUSTA: Está temblando de frío.
VECINA: Sí.
AGUSTA: Le traigo un café, para calentarse.
VECINA: Gracias, pero en serio, mi esposo…
AGUSTA: Su esposo es muy guapo. He conseguido
leche hoy, sólo quieren dar dos tarros por persona pero obligué a mis hijos a
hacer la cola conmigo así que conseguí seis. ¿Le gusta el café con leche?
VECINA: Me gusta mucho, pero no deseo tomar uno
ahorita, gracias.
AGUSTA: ¿Por qué?
Pausa.
VECINA: Me quita el sueño.
AGUSTA: ¿Tiene sueño?
VECINA: No, pero…
AGUSTA: Entonces una copita de vino. Lo mejor
para el insomnio.
VECINA: Yo no tengo insom…
AGUSTA: Tenemos algunas cosas que hablar. (Saca una
botella de vino debajo del sofá y saca un descorchador del bolsillo). Somos vecinas y nunca hemos
hablado sobre su insomnio ni sobre su esposo.
Pausa.
VECINA: No, no hemos hablado.
AGUSTA: Siéntese. Tengo un pariente que me trae
vino argentino… (En voz baja) de contrabando. Es muy bueno, no lo venden
en la bodega. Yo bebo muy poco, pero una copa al día es saludable. ¿Usted es
saludable, vecina?
Pausa.
VECINA: Creo que sí.
AGUSTA: Se nota. Esas cosas se notan.
VECINA: (Recibe una copa) Gracias,
señora....
AGUSTA: Agusta.
VECINA: Gracias Agusta.
AGUSTA: Salud.
Pausa.
AGUSTA: Quería comentarle. Fíjese, yo no tengo
nada en contra de la individualidad del mundo moderno, pero ante la
incomprensible escasez de productos básicos en la bodega de la esquina, pienso
yo que los vecinos deberíamos organizarnos y armar un sistema de reciprocidad.
Es decir, si a mí me falta azúcar y a usted le falta pan, entonces yo le doy
unos cuantos panes y usted me da una taza de azúcar, si al otro vecino le
faltan fideos y al otro le falta arroz, entonces intercambian fideos por un
poco de arroz, si a otro vecino le falta pollo y a otro le falta…
VECINA: ¿Mermelada?
AGUSTA: Mermelada, claro, puede ser, entonces
intercambian fideos por mermelada, si a otro le faltan lentejas…
VECINA: He entendido el punto. Me parece muy
buena idea.
AGUSTA: Por eso le digo que su esposo es
antipático.
VECINA: Qué tiene que ver mi esposo.
AGUSTA: El otro día le comenté mi plan de
solidaridad, me miró unos segundos como si yo estuviera loca y se fue
corriendo.
VECINA: No entiendo por qué haría algo así.
AGUSTA: Hay gente muy extraña.
VECINA: No lo juzgue mal, tiene muchas
preocupaciones.
AGUSTA: Todos las tenemos. Pero no es justo que
usted cargue con todo, ¿él sabe que le ha ocasionado insomnio?
VECINA: No, yo no tengo insomnio, sólo que a
veces me quedo pensando, usted sabe, todas esas ideas peleando en mi cabeza, y
él duerme tan bien…
AGUSTA: Como un bello durmiente. Y usted lo
contempla triste y aburrida deseando que él la invite a entrar a sus sueños.
Pausa.
VECINA: Trabaja hasta muy tarde, casi siempre,
yo leo mucho, a veces tengo un buen libro y me dan las tres de la mañana y yo
no puedo dejar de… leer porque es muy... bueno.
Pausa.
AGUSTA: El debería saber.
VECINA: Qué.
AGUSTA: Que su esposa va en busca de los vecinos
cuando tiene insomnio.
VECINA: No, yo nunca… sólo vine esta vez para…
AGUSTA: Está bueno el vino, ¿no? Es argentino. (En voz baja) Me lo
traen de contrabando. Le sirvo un poco más.
VECINA: Gracias, pero ya debo irme. Mi esposo
debe estar preocupado por mí.
AGUSTA: Lo dudo.
VECINA: ¿Ah?
AGUSTA: Seamos realistas.
AGUSTA: Seamos realistas.
VECINA: Le dije que volvía en un minuto, le va a
parecer raro…
AGUSTA: Sólo un poco más, apuesto a que todavía
no tiene sueño. (Le sirve) Veo mucha gente con insomnio caminando por la
ciudad. Desde mi ventana la veo. Pero no a todos les abren la puerta los
vecinos. Yo casi no duermo.
Apenas tres o cuatro horas. Tengo mucha energía. También tengo mucho trabajo en
casa, felizmente. El trabajo de ama de casa es a tiempo completo, ya sabe, no
hay vacaciones, domingos ni feriados. Pero amo mi trabajo. Y usted, ¿a qué se
dedica?
Pausa.
VECINA: A la computación.
AGUSTA: Ah, es una mujer moderna. Debí suponerlo
cuando aceptó aplicar el plan de solidaridad.
VECINA: No, no, yo no he aceptado, tengo que
consultarlo con mi esposo…
AGUSTA: Vamos a hacer un acuerdo. Usted no habla
de su esposo, y yo no hablo sobre el ruido.
Pausa.
VECINA:
¿El ruido?
AGUSTA: Vamos a hablar sólo de cosas positivas. A usted, por ejemplo, ¿Qué le gustaría recibir en navidad?
AGUSTA: Vamos a hablar sólo de cosas positivas. A usted, por ejemplo, ¿Qué le gustaría recibir en navidad?
Pausa.
VECINA: Falta mucho para la navidad.
AGUSTA: Eso no importa, piense.
VECINA: No sé, falta tanto, no lo he pensado.
AGUSTA: Pero ahora es el momento, piense.
VECINA: Nunca pienso en eso, en realidad no me
importan los regalos, a mí lo que me gusta es regalar a los dem…
AGUSTA: Piense.
VECINA: Ya.
Pausa.
VECINA: Un carro.
AGUSTA: Vaya, usted es ambiciosa. De qué marca.
VECINA: Mi esposo tiene uno, a veces lo uso,
pero yo… no me he querido comprar uno, todavía, a un amigo le robaron el suyo y
terminó de coche bomba…
AGUSTA: Coche bomba, qué extravagancia. A mí me
gustaría un televisor.
VECINA: Pero si ya tiene uno.
AGUSTA: Uno más grande.
VECINA:
Ah, más grande. (Pausa) ¿Para qué quiere uno más grande?
AGUSTA: Para meterme en él.
AGUSTA: Para meterme en él.
Pausa. AGUSTA sonríe.
VECINA: Bueno señora…
AGUSTA: Agusta.
VECINA: Agusta, ha sido un gusto tomarme un vino
con usted. Otro día la vengo a visitar y seguimos hablando.
AGUSTA: Todavía no se ha terminado su copa.
VECINA: Es verdad, no me la he terminado.
Pausa.
AGUSTA: Salir a la calle es como meterse al mar.
¿Se acuerda de que antes había el lechero? Debería de haber el vinero, así
traería siempre el vino y no tendríamos que salir a comprar.
VECINA: Pero si a usted se lo trae su pariente
de contrabando.
AGUSTA: Shhh. No lo diga tan alto.
VECINA: Perdón.
AGUSTA: Hay cosas que es mejor decirlas a media
voz.
VECINA: No tiene nada de malo, todo el mundo
compra cosas de contrabando hoy…
AGUSTA: Pero yo no soy todo el mundo.
VECINA: Claro.
AGUSTA: Yo quería ser cantante. Pero ahora soy
una feliz madre de familia. Afortunadamente mi hijo heredó mis dotes musicales.
El tiene una banda de rock, una extravagancia. Una vez me invitó a ver uno de
sus conciertos, cuando empezó la primera canción casi me caigo de la silla, la
juventud ahora da de gritos y saltos, todo es muy confuso.
Suena la alarma nuevamente.
Las dos se miran por unos segundos.
AGUSTA: También me han traído unos chocolates
americanos, ¿quiere uno?
VECINA: Eh… está sonando otra vez…
AGUSTA: ¿Su estómago? Ahora mismo le traigo los
chocolates.
VECINA: No, la alarma. Está sonando.
Pausa. Entra AGUSTÍN con una
guitarra eléctrica.
AGUSTÍN: Mamá, tienes que arreglar esa maldita
alarma.
AGUSTÍN apaga la alarma.
AGUSTA: Agustín, saluda a nuestra vecina que ha
venido a visitarnos.
AGUSTÍN: Hola.
VECINA: Hola.
AGUSTÍN, casi sin mirarla,
conecta su guitarra y la afina.
AGUSTA: Ella ha aceptado mi plan de
contingencia, es una mujer muy moderna.
VECINA: Yo ya tengo que irme. Mi esposo ya debe
estar llamando a la policía. (A AGUSTÍN) Me está esperando porque vine
a…
AGUSTÍN: Acabo de verlo irse en su carro.
VECINA: ¿A mi esposo? ¿Adónde?
AGUSTÍN: Se le veía muy apurado. ¿Hay algo de
comer?
AGUSTA: Sí, hay pan.
VECINA: Te habrás confundido de persona.
AGUSTÍN: ¿Tu esposo no es el tipo del Volkswagen
azul?
Pausa.
VECINA: Sí.
AGUSTÍN: Tiene cara de idiota.
AGUSTÍN: Pan con qué.
AGUSTA: Pan con pan. No había queso en la
bodega. Si quieres te puedo hacer un sándwich de tomate con mantequilla.
AGUSTÍN: Tomate con mantequilla no va.
AGUSTA: Cómo que no va, si te encanta. ¿Usted
también quiere uno? Yo me lo inventé, es mi especialidad. (Pausa)
¿Quiere?
VECINA: ¿Ah?
AGUSTA: Sándwich de tomate con mantequilla. Le
voy a hacer uno, ya va a ver qué rico queda.
AGUSTA sale. Pausa.
VECINA: ¿Estás seguro de que era él?
AGUSTÍN empieza a tocar la
guitarra.
AGUSTÍN: Esta es la historia de una vecina
guapa/ Un día salió de casa vestida en bata/ Su esposo fugó en el auto
maravilla/ Y ella se comió un pan con mantequilla. (Se sirve vino) Salud vecina.
VECINA: Se desesperó porque empezó a sonar la
alarma.
AGUSTÍN: Siempre suena y mi mamá ni cuenta.
VECINA: Primero los insultó y luego empezó a dar
de gritos.
AGUSTÍN: No sé si está sorda o se hace la loca.
VECINA: Creí que se iba a volver loco con la
alarma así que decidí salir a ver qué pasaba.
AGUSTÍN: Qué bueno que está este vino.
VECINA: Se lo traen de contrabando.
AGUSTÍN: ¿A mi mamá? No sabía. ¿Tendrá más?
VECINA: ¿Adónde se habrá ido?
AGUSTÍN: ¿De dónde lo sacó?
VECINA: ¿Se habrá molestado porque me demoré?
AGUSTÍN: ¿Lo sacó de su cuarto o de la cocina?
VECINA: ¿Adónde se puede ir a esta hora?
AGUSTÍN: Con razón a veces la veo medio
borracha.
VECINA: Tal vez se fue a la comisaría a
buscarme.
AGUSTÍN: Si hubiera querido buscarte, primero
hubiera venido acá.
VECINA: Claro. Seguro se fue al grifo para no
hacer cola mañana.
AGUSTÍN: Tal vez se le acabaron los cigarros y
salió a comprar.
VECINA: El no fuma.
AGUSTÍN: Yo sí, ¿tienes un cigarro?
VECINA: Los dejé en casa.
AGUSTÍN: Anda a recogerlos.
VECINA: Tu mamá nos está preparando sándwiches.
AGUSTÍN: Ah, verdad.
VECINA: Espero que no se tarde mucho.
AGUSTÍN: No, los panes con tomate y mantequilla
se preparan rápido.
VECINA: No, me refiero a mi esposo. No la vaya a
sorprender el toque de queda, ya falta poco.
AGUSTÍN: Cargaba una maleta.
Pausa.
VECINA: ¿Una maleta?
AGUSTÍN hace ruidos con la guitarra.
VECINA: ¿Para qué un maleta?
AGUSTIN sigue con los ruidos. Pausa.
La VECINA
corre a la puerta y sale.
AGUSTÍN toca una melodía violenta. Se toma lo que queda de la copa de la vecina. Se
sirve más vino Observa la etiqueta de la botella. Busca más botellas y
encuentra que hay varias bajo el sillón. También encuentra otras cosas
secretas.
Suena el
timbre. AGUSTÍN abre. La VECINA
entra jadeante y se desmorona en el sofá.
VECINA: No saqué llave. Se ha ido de verdad. No
puedo entrar a mi casa.
AGUSTÍN
toca una melodía triste con la guitarra.
VECINA: ¿Por qué se fue?
AGUSTA canta el coro de “¿Por qué se
fue? Desde la cocina.
AGUSTÍN: Por qué se fue. Me hago esa pregunta a
menudo. (Pausa) Mensualmente me enamoro y me ofrezco como voluntario al
amor eterno. Al poco tiempo me distraigo y me abandonan. El problema del
desamor es realmente un problema esférico.
VECINA: Estamos casados hace cuatro años.
Entra AGUSTA con los sándwiches.
AGUSTA: Aquí están. Pónganse las servilletas, no
se vayan a manchar.
VECINA: Gracias.
AGUSTA: Es agradable tener visitas. Sobre todo
de mujeres modernas. Agustín, ¿sabías que nuestra vecina trabaja con
computadoras? Podría enseñarte.
AGUSTÍN: (Comiendo) Yo sé jugar ATARI.
AGUSTA: ¿Está rico? Es mi especialidad.
VECINA: (Poco convincente) Sí, muy rico.
AGUSTA: Soy muy creativa en la cocina. Con pocos
ingredientes hago maravillas.
VECINA: Ya veo.
AGUSTA: Agustín también es muy creativo, las
letras de sus canciones son muy ingeniosas, ¿cómo se llama la canción esa que
cantabas en la mañana?
AGUSTÍN: (Masticando) Reviéntame el acné con tu teta morada.
AGUSTÍN: (Masticando) Reviéntame el acné con tu teta morada.
AGUSTA: Una extravagancia.
VECINA: Me encantaría terminarme su sándwich,
pero me tengo que ir.
AGUSTÍN: Adónde.
VECINA: Tengo una amiga que vive cerca.
AGUSTA: De ninguna manera, la comida no se
desperdicia, termíneselo y se va.
VECINA: (Se pone de pie) No, no, ahora sí ya me tengo que ir,
ya faltan dos minutos para el toque de queda.
AGUSTA: (Se pone de pie) ¿Dos minutos? Dónde está tu
hermana.
AGUSTÍN: Comiendo banana.
AGUSTA: DONDE ESTA TU HERMANA.
AGUSTÍN: (Cogiendo el sándwich de la VECINA ) Ya no quieres,
¿no?
AGUSTA: Me voy a morir.
AGUSTA se desvanece.
VECINA: ¿Está bien, señora?
AGUSTA: Me voy a morir.
VECINA: Tranquilícese, respire profundo.
AGUSTA: Dijo que se iba a... que se iba a… que
se iba a... que se iba a...
AGUSTÍN: Ya se rayó otra vez.
AGUSTA: No recuerdo adónde fue mi hija.
VECINA: No le va a pasar nada, debe estar en
casa de una amiga, ¿quiere un poco de vino?
AGUSTA: La van a meter a la cárcel.
VECINA: No, vino no. Voy a traerle agua.
AGUSTA: Me muero.
VECINA: ¡No, no! Inhale. Exhale. Inhale,
exhale. Tráele agua, Agustín.
AGUSTÍN: (Comiendo,
sin moverse) Ya.
AGUSTA: Ahora sí que me muero.
VECINA: ¡Tráele agua!
AGUSTÍN: Ya voy.
VECINA: ¿No vas a hacer nada? Tu mamá se está
muriendo.
AGUSTÍN: (Masticando) Mamá, no te mueras.
VECINA: Voy a llamar a una ambulancia.
AGUSTÍN: Ahí está.
VECINA:
¿La ambulancia?
AGUSTÍN: No, Agustina.
AGUSTÍN: No, Agustina.
Silencio. Todos miran hacia
la puerta. Suena el timbre. AGUSTA corre hacia la puerta, y abre. Abraza a
AGUSTINA.
AGUSTA: ¡AGUSTINA!
AGUSTINA: Au.
AGUSTÍN: Las once en punto.
VECINA: ¡Carajo!
AGUSTA: ¡NO SALGA! No permitiré que la metan a
la cárcel.
VECINA: Voy a correr, acaba de empezar el toque…
AGUSTA: No lo haga, por favor. Es muy peligroso.
VECINA: No me puedo quedar acá.
AGUSTA: Es mejor que la cárcel.
AGUSTINA: Hay un policía afuera.
AGUSTÍN: Te puede disparar.
Pausa. La VECINA se sienta.
VECINA: ¿Y ahora qué hago?
AGUSTA: Pensé que te habían secuestrado los
comunistas.
AGUSTINA: Estaba conversando con el vecino.
AGUSTA: ¿El esposo de la vecina?
AGUSTINA: No, otro. Uno joven.
AGUSTA: Casi me matas del susto.
VECINA: A mí también.
AGUSTA: No lo vuelvas a hacer, Agustina. Ya son
las once. Casi me da un paro cardíaco.
VECINA: A mí también.
AGUSTINA: Y qué hace la vecina acá, ¿no debería
estar en su casa?
VECINA: Eso mismo digo yo.
AGUSTÍN: La vecina se ha peleado con el vecino y
ha venido a pedir asilo a nuestra casa.
AGUSTINA: ¿El idiota del carro azul?
AGUSTÍN: Sí.
VECINA: Maldita sea.
Pausa.
AGUSTA: No hay problema. Puede dormir en el
sillón. Es bien acolchonado. Puede quedarse aquí hasta que se amiste.
VECINA: No nos hemos peleado.
AGUSTINA: ¿Por qué se pelearon?
AGUSTÍN: Por la alarma.
AGUSTINA: ¿Por la alarma del despertador?
AGUSTÍN: No, la de nuestro carro.
AGUSTA: El baño de visitas tiene ducha.
VECINA: ¿Me presta su teléfono?
AGUSTA: Cómo no, ahí está.
AGUSTA: ¿Tienes hambre, Agustina? Hay pan con
tomate y mantequilla.
AGUSTINA: No gracias.
AGUSTA: Estás muy flaca, tienes que comer.
AGUSTINA: ¿La vecina trajo vino para que nos
emborrachemos con ella?
AGUSTÍN: Sí, está desconsolada.
AGUSTINA: Pobre.
AGUSTA: Voy a prepararte algo.
AGUSTINA: Ya comí.
AGUSTA: Ay qué bueno, porque sólo hay…
AGUSTINA: Pan con tomate y mantequilla.
VECINA:
Perdón.
AGUSTÍN: Esta es la historia de una mujer
desconsolada / Llama por teléfono tan desesperada / Su esposo se fue en un Volkswagen
azul / Y ahora se siente como un muy muy.
VECINA: ¿Fernando? Hola, ¿sabes algo de Andrés? (Pausa).
Ha desaparecido. (Pausa). Yo salí de casa para ir a… pedirles algo a los
vecinos y mientras yo estaba fuera, él se fue. (Pausa). Fernando, ¿estás
borracho?
AGUSTINA: El sábado hay un paseo, ¿puedo ir?
AGUSTA: De ninguna manera, allá hay
delincuentes.
AGUSTINA: Pero ni siquiera sabes dónde es.
AGUSTA: No importa.
VECINA: ¿De verdad? (Pausa) Sí, hace
tiempo que está muy raro. (Pausa) Pero no es necesario que grites, te
oigo perfectamente Fernando. (Pausa) ¿Qué? (Pausa) ¿Por qué me
dices esto recién ahora? (Pausa) ¿Por qué?
AGUSTINA: Van a ir profesores, y algunas mamás…
AGUSTA: (Atenta a lo que dice la VECINA ) Shhh.
VECINA: No entiendo. (Pausa) ¿Volveré a
verlo? (Pausa). Ya. (Pausa) Si sabes algo llámame por favor. (Pausa).
Gracias. (Pausa). No, estoy bien. (Pausa). Chau. ¡No, espera! No
me llames a mi casa, llámame al… (Pausa) No, es que estoy en la casa de
los vecinos. Es el… (Mira a AGUSTA)
AGUSTA: 454327.
VECINA: 454327. (Pausa) Gracias. (Pausa)
Chau.
AGUSTA: La vida es tan injusta. Yo siempre me
pregunto quién es el que se está riendo de nosotros.
AGUSTÍN: El Presidente de la República.
AGUSTINA:
Yo lo que me pregunto es si habrá clases mañana. Estaban diciendo que otra vez
habían llamado amenazando con poner una bomba.
AGUSTA: Qué extravagancia. Esas cosas suceden en
lugares lejanos. Habrá sido alguno de tus amigos el que llamó, son tan
traviesos. Adónde te vas Agustina.
AGUSTINA: A mi cuarto.
AGUSTA: De ninguna manera, es de muy mala
educación irse al cuarto cuando tenemos visita.
AGUSTINA: Pero tengo sueño.
AGUSTÍN: Quiere ir a jugar Pac-man.
VECINA: Si es por mí, no se preocupen...
AGUSTA: Cuéntanos Agustina, qué novedades tienes
del colegio.
AGUSTINA: Me saqué cero tres en el examen de
matemáticas.
AGUSTA: Ese colegio no comprende su genialidad.
AGUSTÍN: Sí, es la genia de los plagios.
AGUSTÍN: Imbécil.
AGUSTA: No se peleen chicos, eso es de muy mal
gusto. Vecina, la estamos aburriendo. ¿Quiere que juguemos Monopolio?
VECINA: No, quiero más vino.
AGUSTA: ¡Uy, ya se acabó la botella, qué
insólito! Abriremos otra, cómo no.
AGUSTA saca otra botella
debajo del sofá.
AGUSTINA: (Sin entusiasmo) Qué divertido.
AGUSTÍN: Vecina, sácame de una duda: tu casa es
azul, el auto de tu esposo es azul, tu bata es azul, ¿tu culo también es azul?
AGUSTA: Agustín.
AGUSTINA: No le hagas caso, está obsesionado con
los culos.
VECINA: A él le gusta el azul.
AGUSTÍN: A mí me gustan las piyamas de
animalitos.
AGUSTA: A mí me gustan los animalitos.
AGUSTINA: A mí me gusta jugar Pac-man.
AGUSTÍN:
A ti qué te gusta, vecina.
VECINA: El vino.
VECINA: El vino.
Pausa.
AGUSTA: (Sirviendo las copas de vino) Derrochemos
el vino, entonces. La situación lo amerita. Tenemos que brindar por el fin de
su matrimonio.
VECINA: Mi matrimonio no ha finalizado.
AGUSTA: Increíble. Va a volver con él, después
de que la ha abandonado en piyama en la casa de los vecinos y se ha largado a
la casa de su amante.
VECINA: ¿Su amante?
AGUSTÍN: Mamá, cállate. Le estás metiendo ideas
explosivas en la cabeza.
AGUSTINA: Si explota una bomba, tenemos que
tirarnos todos al piso bocabajo. Luego hay que juntar las manos y rezar por que
hayan matado al Presidente.
AGUSTA: Ay qué extravagancia.
AGUSTINA: Mamá, a mí no me has servido, yo
también quiero.
AGUSTA: Tú no puedes tomar, eres una niña.
AGUSTINA: (Se sirve vino) No soy una
niña.
AGUSTA: No tengo ningún poder en esta casa.
AGUSTÍN: Salud. Por la vecindad.
VECINA: ¿Ustedes creen que tiene un amante?
Silencio.
AGUSTÍN: No, no tiene un amante, vecina. Se ha
ido a la casa de su abuelita.
AGUSTA: La vida es muy extraña. Hay hombres que
no valoran a las mujeres modernas. Seguro que él no sabe nada de computación.
VECINA: Ya no le gusta mi pelo, ya no hacemos picnic,
ya no le hace gracia mi risa, ayer me preguntó por qué tengo calzones tan feos.
Yo no creo que tenga una amante. Lo que creo es que estaba harto de mí.
AGUSTÍN: (Empieza a tocar su guitarra)
Esta es la historia de un vecino harto…
VECINA: Cállate.
AGUSTÍN: Perdón. (Deja la guitarra).
Pausa.
VECINA: Creo que mejor me voy a mi casa.
AGUSTA: Pero hay toque de queda, ¿cómo va a
salir?
VECINA: Si corro llego en dos segundos, estoy a
cuatro casas.
AGUSTO: ¿No que no tenías llave?
VECINA: Voy a romper una ventana.
AGUSTA: De ninguna manera, eso es muy peligroso.
La va a agarrar la policía, no puede salir.
AGUSTÍN: (Canta) Sucio policía / Sucio
policía...
AGUSTINA le
tapa la boca a AGUSTÍN.
VECINA: Me tengo que ir.
VECINA: No me siento bien.
AGUSTINA: Se ha tomado un litro de vino.
AGUSTA: Es que no ha comido nada. No se debe
tomar sin nada en el estómago. Le voy a hacer un pan con tomat…
VECINA: ¡No!
Pausa.
AGUSTÍN: “No” es una palabra que me gusta.
VECINA: No, gracias. Pero un pan solo sí me
vendría bien. Creo que estoy borracha.
AGUSTA se va a la cocina.
AGUSTÍN va al teléfono.
AGUSTINA: Qué divertido, ya estamos borrachos. (No
parece muy divertida) Mañana voy a bailar encima de la mesa del profesor de
química.
VECINA: ¿Me pasas el vino?
AGUSTINA: ¿Alguna vez te has comunicado con un
extraterrestre?
VECINA: Todos los días. Mi esposo dice que yo
vengo de Marte.
AGUSTÍN: (Al teléfono, fingiendo una voz de
señor malo) Aló, soy un terrorista. Mañana vamos a poner una bomba en el
instituto. (Cuelga).
AGUSTINA: Agustín, llama a mi colegio también.
AGUSTÍN: Paga.
AGUSTINA: Ten. (Le da tres cigarros
mentolados).
AGUSTÍN: Los mentolados son para chicas y
maricones.
VECINA: Ten. (Saca una cajetilla de cigarros
y le da tres a Agustín) Yo pago por ella.
AGUSTINA: Gracias vecina.
AGUSTÍN:
¿No que no tenías cigarros?
VECINA: El colegio es una porquería.
VECINA: El colegio es una porquería.
AGUSTINA: Ya Agustín, llama, el teléfono está en
la libreta.
AGUSTÍN:
Oye vecina, ¿me puedes presentar a una chica? No soy muy exigente, sólo debe
estar dispuesta a enamorarse de mí locamente. Bueno, también me gustaría que le
guste dar paseos en bicicleta y el rock subterráneo. Preferiría que no sea
histérica ni religiosa. Y si tiene un buen culo, mucho mejor.
AGUSTINA: Es monotemático, como habrás notado.
VECINA:
(Con un cigarro en la boca) ¿Tienes fuego?
AGUSTÍN: (Saca un encendedor) Tengo todos los fuegos, soy un dragón.
AGUSTÍN: (Saca un encendedor) Tengo todos los fuegos, soy un dragón.
Regresa AGUSTA con un
sándwich.
AGUSTA: Acá está su pan. Es con tomate y
mantequilla.
AGUSTIN: Mamá, ella sólo quería pan.
VECINA: Qué estoy haciendo acá.
AGUSTA: Ella es una mujer moderna. Está
acostumbrada a la comida innovadora.
VECINA: Yo no soy una mujer moderna.
AGUSTINA: Es delicioso. Sécate tu copa de vino y
va a saber mejor.
AGUSTÍN: Yo quiero brindar por nuestra vecina.
Todos los vecinos del mundo deberían visitar de vez en cuando las casas de sus
vecinos, quizás así viviríamos en un mundo mejor.
AGUSTA: ¡Salud!
VECINA: Gracias.
AGUSTA: Esperen, esperen. Vamos a pedir un
deseo.
AGUSTÍN: Mamá.
AGUSTINA: Escóndele la copa.
AGUSTA: Esta es una noche especial. No siempre
tenemos visitas tan importantes.
AGUSTÍN: Nunca tenemos ninguna visita.
AGUSTA: Después del deseo todos hacemos seco y
volteado para que se cumpla.
AGUSTINA: Qué roche.
AGUSTA: Ya, Agustina, empieza tú.
AGUSTINA: No.
AGUSTA: Entonces usted, vecina.
VECINA: No, yo justo tengo que ir al baño…
AGUSTA: No, no, aguántese un ratito, empiezo yo.
Yo quiero… ser Presidenta.
AGUSTÍN: Yo quiero ser Darth Vader.
AGUSTA: Y también quiero ser regia como Jane
Fonda.
AGUSTINA: Yo quiero ser astronauta.
AGUSTÍN: Yo quiero ser asesino de políticos corruptos.
AGUSTINA: Yo quiero ser emperatriz.
AGUSTA: Yo quiero ser importante.
AGUSTÍN: Yo quiero ser de metal.
VECINA: Yo quiero ser libre.
AGUSTA: Yo quiero ser Madonna.
AGUSTÍN: Yo quiero ser Maradona.
AGUSTINA: Yo quiero ser marroquí.
AGUSTA: Yo quiero ser virgen.
VECINA: Yo quiero estar contenta, abrir un
paraguas y que caigan gotas de él, caminar hacia atrás sin chocarme con nada,
yo quiero ser un puñal.
Silencio. Todos miran a la VECINA. Suena el
teléfono. Nadie se mueve. Vuelve a sonar. AGUSTÍN va a contestar.
VECINA: No, no contestes.
AGUSTÍN: ¿Por qué?
VECINA: No contestes Agustín, es de muy mal gusto llamar a esta hora.
AGUSTÍN: Hay que contestar.
VECINA: (Corre hacia él) ¡No! Por favor.
AGUSTÍN: Tranquila, si es tu esposo me hago pasar por tu amante. (Pausa. Contesta) Aló. (Pausa) ¿De parte de quién? (Pausa) Un ratito. ¿Ah? (Pausa) Agustín. (Pausa) ¿Qué te
importa? (Pausa) Yo soy su amante, ¿tienes algún problema?
Te la paso. (A la VECINA ) Creo que es para ti.
VECINA: ¿Es él?
AGUSTÍN: Sí, está furibundo.
VECINA: (Va al teléfono) Aló. (Pausa) Ah,
Fernando. (Pausa). Es el hijo de mi vecina. ¿Has hablado con
Andrés?
AGUSTÍN: Mamá, ¿Cuántas botellas tienes?
AGUSTA: Qué te importa.
VECINA: Mira, cuando vuelvas a hablar con él, dile que he hecho una
hoguera con sus pertenencias. (Pausa) Estoy calmada, el que está gritando
eres tú, yo estoy perfectamente bien.
(Pausa) Tú no me
conoces, no me conoces nada, yo estoy muy tranquila y me da igual si él se va
con otra o no, mi vida es muy interesante, no me voy a desmoronar porque…
¡Cállate! No se va a desmoronar porque… ¡Cállate, estoy hablando! Mi vida no se
va a desmoronar porque el cobarde de mi marido salga corriendo una noche para
no tener que decirme en mi cara que no me aguanta y que se va a vivir con una
puta, bailo desnuda y sola todas las noches, mi vida tiene una cantidad
inagotable de elementos excitantes, no necesito la compañía de un esposo
inerte, no me va a ser falta el idiota del maldito carro azul.
AGUSTINA: Mamá, las velas.
VECINA: ¿Me he muerto?
AGUSTÍN: No vecina, sólo se han tirado abajo una
torre eléctrica.
VECINA: Ah.
AGUSTINA: Lo que me gusta de los apagones, es
que siempre llegan en el momento correcto.
AGUSTÍN: Sí, vamos a bailar desnudos con la
vecina.
VECINA: No veo nada.
AGUSTINA: Es que no hay luz.
VECINA: No me gustan los túneles.
AGUSTÍN: No es un túnel, es mi casa con apagón.
VECINA: Tengo miedo.
AGUSTÍN: Ahí voy, yo te protejo.
AGUSTA: ¿Tienes encendedor, Agustín?
AGUSTÍN: Tengo todos los fuegos. Soy un dragón.
AGUSTA: Definitivamente hay un duende en esta
casa, se ha robado mis fósforos.
AGUSTÍN: Acá está el encendedor mamá.
AGUSTINA: Qué suerte, ya no me puedo bañar.
VECINA: ¡LUZ!
AGUSTA y AGUSTÍN encienden
velas. La VECINA
está sentada en el suelo abrazando la mesita del teléfono.
AGUSTA: Es un milagro, con tanta escasez, que
hasta ahora no se hayan acabado las velas, ¿no les parece?
AGUSTINA: Un verdadero milagro.
AGUSTA va a recoger a la vecina y la
sienta en el sofá.
AGUSTINA: Ya, Agustín, has la llamada, la vecina
ya te pagó.
AGUSTÍN: No tengo el número.
AGUSTINA: Yo marco.
AGUSTÍN y AGUSTINA van al
teléfono.
AGUSTA: ¿De qué llamada hablan?
AGUSTINA: ¿Llamada? ¿Qué llamada?
VECINA: ¿Dónde está el baño?
AGUSTA: Acá, yo la guío.
AGUSTINA: Tienes que poner voz de terrorista.
AGUSTA: (Guía a la VECINA ) Por aquí,
venga, llévese una vela.
VECINA: ¡Au!
AGUSTA: Cuidado, ahí está la pared.
VECINA: Oh, mi cabeza.
AGUSTÍN: Aló, ¿Colegio San Judas? Somos los
terroristas, mañana vamos a poner una bomba, más les vale que tomen sus
precauciones. No quisiéramos que mueran tantas adolescentes.
AGUSTA: (Metiendo a la VECINA en el baño) Ay,
qué extravagancia.
AGUSTINA: Mi colegio no se llama San Judas,
idiota.
AGUSTÍN: ¿No?
AGUSTINA: Ya la cagaste, se van a dar cuenta de
que es una broma.
AGUSTA: ¿Otra
vez están haciendo pasadas? Ustedes van a pagar la cuenta del teléfono.
AGUSTINA: Mamá, hace más de cinco años que
dejamos de hacer pasadas.
VECINA: (En OFF) ¡AAAh!
AGUSTINA: La vecina se ha caído dentro del wáter.
AGUSTA: Qué ocurrencia, la vecina está muy bien,
tiene una capacidad alcohólica envidiable.
AGUSTINA:
Sí, van a ser buenas amigas.
AGUSTÍN: Voy a ver qué pasa.
AGUSTA: ¡Quieto! Ella está muy bien. ¿Todo bien,
vecina?
VECINA: (En OFF) ¡Sí!
AGUSTINA: Devuélveme los cigarros Agustín.
AGUSTÍN: No.
AGUSTINA: Te pagué para que hicieras algo y no
lo has hecho bien.
AGUSTÍN: Me pagó la vecina.
AGUSTA: ¿Están haciendo negocios con la vecina?
AGUSTÍN: Sí.
AGUSTA:
¿Qué tipo de negocios?
AGUSTÍN: Turbios.
AGUSTÍN: Turbios.
AGUSTA: Eso es de muy mal gusto, devuélvele su dinero.
AGUSTÍN: Ya.
AGUSTA: Hay que ser solidarios con los vecinos
tristes. Nunca hay que aprovecharse de la fragilidad de los que tocan la puerta
de tu casa.
Regresa la VECINA , tambaleante.
VECINA: Casi se me cae la vela al wáter.
AGUSTINA: Vecina, pídele a Agustín que te
devuelva tus cigarros, no hizo la llamada bien.
VECINA: Mañana hay paro nacional, huelga… paro…
huelga. Da igual, no va a haber clases, no sé por qué se esfuerzan.
AGUSTINA: Ah, verdad.
AGUSTÍN: O sea que llamé por las huevas.
AGUSTA: Agustina, yo creo que estás un poco
resfriada, tienes que descansar. Puedes faltar mañana.
AGUSTINA: Gracias mamá.
AGUSTÍN: Maldita sea, ya no puedo tocar mi
guitarra eléctrica.
AGUSTA: No importa, vamos a cantar una canción.
AGUSTINA: No, por favor.
AGUSTÍN: Vecina, cuéntanos algo. Cuáles son tus
fantasías sexuales.
AGUSTA: (Canta) “Ay, amor de hombre…”
AGUSTINA: Cállate mamá.
AGUSTÍN: Vas a espantar a la vecina con esa
canción.
AGUSTA: Qué aguafiestas.
AGUSTÍN: Yo voy a proponer una, espero que estén
a la altura.
AGUSTINA: Yo preferiría el silencio.
AGUSTA: No, hay que cantar. Cantar es vivir.
¿Abba les gusta?
AGUSTÍN: No.
AGUSTA: Cuál cantamos. ¿Alguna sugerencia,
vecina?
AGUSTÍN: (Canta a todo volumen) “Sucio
policía/ Sucio policía…”
AGUSTA: ¡No, por dios!
AGUSTINA: Esa está peor que Abba.
AGUSTÍN: ¿Quieres que cantemos Parchís?
AGUSTINA:
¿Ya me puedo ir a dormir?
AGUSTINA:
No sonrías. Tu sonrisa es ridícula.
Todos se ponen serios. Silencio largo.
AGUSTA: Bueno, ya es hora de irse a dormir.
VECINA: ¿Ya?
AGUSTÍN:
¿Tan temprano?
AGUSTA: Es muy tarde. Nuestra vecina tiene que levantarse temprano a trabajar y ustedes tienen que irse a clases.
AGUSTA: Es muy tarde. Nuestra vecina tiene que levantarse temprano a trabajar y ustedes tienen que irse a clases.
AGUSTINA: Yo no, estoy muy resfriada.
AGUSTÍN: Yo no tengo clases.
VECINA: Hay paro.
AGUSTA: Como sea, es hora de descansar.
AGUSTÍN: Ya, bueno.
VECINA: Sí.
AGUSTINA: Sí.
AGUSTÍN: Claro.
AGUSTINA: Chau.
AGUSTÍN: Hasta mañana vecina. No te asustes si
oyes fantasmas.
VECINA: Hasta mañana.
Salen AGUSTÍN y AGUSTINA. AGUSTA
trae una colcha.
AGUSTA: Está usted en su casa. Cualquier
problema, sobresalto o pesadilla, no dude en llamarme.
VECINA: Gracias.
AGUSTA: Puede usar esto de almohada.
AGUSTA acomoda a la vecina
en el sofá.
VECINA: Señora, yo no sé como agradecerle… Ha
sido muy importante para mí, en estas circunstancias…
AGUSTA: Somos vecinas. Estamos para ayudarnos.
Nadie va a hacerle nada mientras esté en mi casa. Hasta acá no llega el ruido.
AGUSTA abraza cálidamente a la VECINA , conteniéndose las
lágrimas. Ambas mujeres se miran. AGUSTA se va. Pausa. La VECINA se sirve otra copa
de vino. Va al teléfono y habla con la otra mano en el botón para colgar.
VECINA: ¿Aló Andrés? ¿Cómo estás?
(Cuelga. Levanta el auricular) Andrés, soy yo. Discúlpame, ¿te
he despertado? (Cuelga. Levanta el
auricular.) Andrés,
hola. Qué mierda haces ahí. (Cuelga.
Levanta el auricular) ¡Maldito
desgraciado, por qué te has ido! (Cuelga.
Levanta el auricular). Andrés,
soy yo. Eres un cobarde. No quiero recriminarte. Sólo quiero decirte que ahora
entiendo por qué te perturbaban tanto las alarmas. Porque yo las ignoraba. Siempre hice como si no las
escuchaba, qué tonta. Tuviste que dar de gritos para que yo escuchara una, y
saliera de la casa para dejarte ir. (Pausa.
Cuelga) Mándame otra
alarma. (Pausa) Mándamela.
Mándamela. Prometo salir corriendo.
Pausa. Suena la alarma. La VECINA corre hacia la
puerta. Antes de llegar, entra AGUSTINA y da un grito apagado, tapándose los
oídos.
VECINA: ¿Qué te pasa?
AGUSTINA: ¡Otra vez!
VECINA: ¡Ya, ya, está bien, la voy a apagar!
AGUSTINA: Diles que no se vayan, diles.
VECINA: Ya, cálmate.
AGUSTINA: Pero no te vayas.
VECINA: ¡Voy a apagarla!
AGUSTINA:
¿A apagar qué?
VECINA; ¡El ruido!
VECINA; ¡El ruido!
AGUSTINA: No se puede.
La alarma se apaga.
VECINA: Se apagó.
VECINA:
¿Cómo se apagó?
AGUSTINA: Qué.
AGUSTINA: Qué.
VECINA: La alarma.
AGUSTINA: La alarma de qué.
Pausa. La VECINA se sienta. AGUSTINA
también. Silencio.
AGUSTINA: Ya no tengo sueño.
Pausa.
VECINA: Yo tampoco.
Pausa.
AGUSTINA: Yo también hablo sola. ¿A quién le
hablabas?
VECINA: ¿Cuándo?
AGUSTINA: Escuché que hablabas cuando salí de mi
cuarto.
VECINA: Pensé que sonaba…
AGUSTINA: Antes de eso. Le hablabas a alguien.
Pausa.
VECINA: A nadie.
AGUSTINA: Ahora puedes hablarme a mí.
Pausa.
VECINA: Sí.
Silencio.
AGUSTINA: No tienes nada que decir.
Pausa.
VECINA: Tienes una mamá muy amable.
AGUSTINA: Desvaría.
Pausa.
VECINA: No se llevan muy bien, ¿no?
AGUSTINA:
No nos llevamos. No hay punto de encuentro.
VECINA:
Yo también me peleaba mucho con mi mamá.
AGUSTINA:
Yo no me peleo.
Pausa.
VECINA:
¿No crees que eres un poco cruel con ella?
AGUSTINA:
Soy mucho más cruel conmigo misma.
Pausa.
VECINA:
¿Y tu papá?
AGUSTINA: Igual.
AGUSTINA: Igual.
VECINA: No, me refiero a… ¿dónde está?
AGUSTINA: En su casa, supongo.
Pausa.
VECINA: Debe ser difícil tener padres separados.
AGUSTINA: Peor es que te deje tu esposo para
irse con su amante.
Pausa.
VECINA: No quiero molestarte. Grité porque no sé
por qué oí que… Como tienen la alarma malograda, me… Tú también gritaste, ¿por
qué…?
AGUSTINA: Cuéntame algo.
Pausa.
VECINA: No sé qué contarte. No me sé ningún
cuento.
AGUSTINA: Entonces te lo cuento yo. (Se sirve
una copa) La otra noche mi abuelo tuvo un infarto. Eran las doce de la
noche. Mi abuela y la empleada lo treparon al carro y mi abuela manejó con una
banderita blanca y bien lento, para que no disparen los policías. La detuvieron
y ella, como estaba nerviosa, no encontraba sus papeles. Les explicaba que su
esposo se iba a morir y ellos insistían en los papeles. Cuando llegaron a la
clínica ya no había nada que hacer. Mi abuelo ya estaba muerto. Es un cuento
aburrido, pero no se me ocurrió otro.
Pausa.
VECINA: Lo siento.
AGUSTINA: No sientes nada. Sólo sientes el vino
haciendo piruetas en tu cabeza.
Pausa.
VECINA: ¿Qué edad tienes?
AGUSTINA: Cuarenta.
VECINA: Ah. Pensé que tenías menos.
AGUSTINA: Soy una extraterrestre científica. Me
dejaron en la tierra para que cumpla una misión de inteligencia. Para que no me
descubran los humanos, me transformaron en bebe y le hicieron creer a mi madre
que yo era su hija. Eso explica por qué mi familia está loca y yo no.
Pausa.
VECINA: Y cuál es tu balance hasta ahora.
AGUSTINA: Sobre qué.
VECINA: Sobre los humanos.
AGUSTINA: Mi balance sobre los humanos es que
son locos y especialmente idiotas.
VECINA: ¿Te dan miedo?
AGUSTINA: ¿Miedo, por qué?
AGUSTINA: ¿Miedo, por qué?
VECINA: Porque engañan. Matan y ponen bombas.
AGUSTINA: (Sonríe) ¿Sí? No sabía.
VECINA: Te estás burlando de mí. Seguro debo
tener cara de idiota.
Pausa.
AGUSTINA: El miedo es para ustedes. Yo sólo
pienso en el espacio exterior.
VECINA: ¿Y por qué gritabas hace un rato? ¿A
quién querías ahuyentar?
AGUSTINA: Yo no he gritado.
VECINA: Sí gritaste. Bien fuerte.
AGUSTINA: Yo nunca grito.
VECINA: Claro que gritaste, entraste aquí con
las manos en los oídos y gritaste.
AGUSTINA: A veces me duelen los oídos.
VECINA: ¡Te dolían por la alarma! ¡Gritaste
porque oíste la alarma! ¡Yo no estoy loca, maldita sea!
AGUSTINA: Cállate. Vas a despertarlos.
Silencio.
VECINA: Qué te gusta de los humanos.
AGUSTINA: Me gustan los chicos perversos.
VECINA: Estás enamorada.
AGUSTÍN: No.
VECINA: ¿No
te gusta nadie?
AGUSTÍN: No. (Pausa) Sí, hay un chico en
mi colegio. No está tan loco, pero sí es un poco idiota y encima se cree lo
máximo. Un día me conseguí su teléfono y lo llamé. Me dijo que era una
extraterrestre. Yo al principio lo tomé como un halago, y sonreí. Felizmente no
le dije gracias porque al instante me di cuenta de que me había lanzado el peor
de sus insultos, porque él no tiene visión galáctica y creo que ahora lo tiene
bien contento una chica rubia de la tierra.
VECINA: Es un idiota.
AGUSTINA: ¿Y tú?
Pausa.
VECINA: Yo también.
AGUSTINA: No. A mí no me parece que seas tan
idiota.
VECINA: Gracias.
AGUSTINA: Sólo me parece que estás loca.
Pausa.
VECINA: Seguramente.
AGUSTINA: Por qué no te vas.
VECINA: Adónde.
AGUSTINA: A tu casa.
VECINA: No puedo salir.
AGUSTINA: Sí puedes. En seis segundos llegas, no
creo que te agarre un policía. Por qué no te quieres ir.
VECINA: No tengo llave.
AGUSTINA: Tal vez tu esposo te ha dejado la
llave en una planta, o la puerta abierta.
VECINA: No creo.
AGUSTINA: Por qué no vas a ver.
VECINA: Porque no me voy a arriesgar tanto por
ir a ver si mi esposo tuvo la consideración de dejarme la llave.
AGUSTINA: No es por eso.
VECINA: Ah, no. Y por qué es, según tú.
AGUSTINA: No te da miedo que te agarre un
policía. Es otra cosa.
Pausa.
VECINA: ¿Tú sabes por qué hay toque de queda?
AGUSTINA: Claro.
VECINA: ¿Sabes qué está pasando en el país? Es
muy grave. Estamos en una guerra. Hay…
AGUSTINA: Por qué no te fuiste antes de las
once, por qué te quedaste acá. No es por ninguna guerra. Es por otra cosa.
Pausa.
VECINA: Te crees muy astuta, pero eres una niña.
Yo también creía saberlo todo cuando era niña. No sabes lo que dices.
AGUSTINA: No soy una niña. Ya tengo 40 años. Yo
no le tengo miedo al ruido. Sólo me causa repulsión.
AGUSTINA va hacia la puerta y sale.
VECINA: ¡Oye, adónde vas!
VECINA: (En OFF) ¿Estás demente? ¡Adónde
crees que vas!
AGUSTINA: (En OFF) A tu casa.
VECINA: (En OFF) ¡Ven acá!
AGUSTINA: (En OFF) Voy a abrir tu puerta,
qué más quieres.
VECINA: ¡Ven, carajo!
AGUSTINA: Au, déjame.
AGUSTINA: Quería demostrarte que no pasa nada.
VECINA: Carajo.
AGUSTINA: El otro día salí a pasear cuando todos
estaban durmiendo y no me encontré con ningún policía.
Pausa.
VECINA: Eso es realmente estúpido. Deberías
tener miedo. El otro día le dispararon a un chico en la Herradura , ¿no te
enteraste?
AGUSTINA: No.
VECINA: Salió a comprar cerveza en pleno toque y
nunca regresó.
AGUSTINA:
No habrá querido compartir sus cervezas con los policías.
Pausa.
VECINA:
¿No lees los periódicos?
AGUSTINA:
No.
Pausa.
VECINA: Es
verdad que eres una extraterrestre. Vives en otro planeta.
Pausa.
AGUSTINA: A veces pienso que se han
olvidado de mí. Ya no me mandan señales. Espero que algún día regresen a
recogerme.
Pausa. AGUSTÍN se asoma en
calzoncillos.
AGUSTÍN: Agustina.
AGUSTINA: Qué.
AGUSTÍN: Por qué no estás en tu cuarto. Qué
haces acá.
AGUSTINA: Hablando con la loca.
AGUSTÍN: ¿Puedes venir un ratito?
AGUSTINA se acerca a
AGUSTÍN. Hablan en voz baja.
AGUSTINA: Qué.
AGUSTÍN: Nada.
AGUSTINA:
¿Estás bien?
AGUSTÍN: Sí.
AGUSTÍN: Sí.
AGUSTINA: ¿Qué te pasa?
Pausa. AGUSTINA abraza a
AGUSTÍN.
AGUSTINA: ¿Pesadillas?
Pausa.
AGUSTÍN se aparta.
AGUSTÍN: ¿No íbamos a hablar sobre nuestro plan?
AGUSTINA: Qué plan.
AGUSTÍN: ¡El plan!
AGUSTÍNA: Ah, el plan.
AGUSTÍN: Eso es lo que me jode de ti, siempre te
olvidas de las cosas importantes.
AGUSTINA: Sí.
AGUSTÍN: ¿Vamos a hablar o no?
AGUSTINA: Ya, ahorita voy.
AGUSTÍN: ¿Qué vas a hacer? Vamos.
AGUSTINA: Ya, voy a traer un vaso con agua.
AGUSTÍN: Apúrate.
AGUSTÍN se va. AGUSTINA
vuelve con la VECINA.
VECINA: ¿Pasa algo?
AGUSTINA: No.
VECINA: ¿De verdad? Por qué no me cuentan.
AGUSTINA: (Toma su copa y se la seca)
Todo está bien. Todo está perfecto. Si el mundo se acaba ahora, moriremos todos
con una sonrisa. Voy a traer agua.
AGUSTINA sale a la cocina. La VECINA no hace nada. Luego
se acuesta. De uno de los cuartos se oye la voz de AGUSTA.
AGUSTA: Ay, tanta cola para comprar un poco de
arroz, yo quiero un sublime, qué extravagancia.
AGUSTINA: (Entrando con un vaso) No te
asustes, siempre habla dormida. No le vayas a contar a nadie.
VECINA: ¿Que tu mamá habla dormida?
AGUSTINA: Que soy una extraterrestre.
AGUSTINA: Que soy una extraterrestre.
Pausa.
VECINA: Te lo prometo.
AGUSTINA: Gracias. Hasta mañana.
VECINA: Hasta mañana.
AGUSTINA sale. La VECINA mira a un punto
fijo. Se oye nuevamente la voz de AGUSTA.
AGUSTA: Mírale la cara a ese señor, yo creo que
es un terrorista loco. Métele una cachetada. Dale un puntapié. ¡Ay, santísimo
padre, quién se ha comido mi Cerelac!
RELATOR: El Ministro del Interior dio un
mensaje a la nación en relación al tema definido por el Presidente como el
principal problema nacional: la lucha contra el terrorismo. Más que un plan de
represión se trata de incorporar a la población en el esfuerzo por enfrentar a
los grupos subversivos, establecer un sistema de vigilancia vecinal
generalizada en colaboración con las fuerzas del orden. Estos sistemas que
mantienen alerta a la gente que pasa por la calle y que los empuja a conocerse
mejor entre sí ya funciona hoy en alguna medida...
AGUSTA: (En off) Pero cómo va a costar
cuarenta millones de intis si ayer el kilo de azúcar estaba a treintaicinco
millones, qué insolencia por dios. ¡Usted es un especulato! Voy a llamar a la
ambulancia para que se lo lleven al calabozo.
AGUSTÍN: Tenemos un plan.
AGUSTA: Es urgente que me coma un arroz con
leche carambas.
VECINA: Qué plan.
AGUSTÍN: Queremos irnos del país. Necesitamos que nos ayudes.
AGUSTÍN: Queremos irnos del país. Necesitamos que nos ayudes.
VECINA: ¿Yo?
AGUSTÍN: Claro, tú trabajas en computación,
seguro que conoces gente que nos puede dar pasajes baratos y darnos trabajo en
Londres.
AGUSTINA: No, en Miami, ¿no habíamos quedado en
Miami?
AGUSTÍN: Da lo mismo. La cosa es fugar.
Pausa.
AGUSTÍN y AGUSTINA miran expectantes a la VECINA.
VECINA: Qué tiene que ver la computación con los
pasajes.
AGUSTÍN:
¿No conoces a nadie que nos dé pasajes baratos?
VECINA: No.
VECINA: No.
Pausa.
AGUSTINA: (A AGUSTÍN) Te lo dije.
AGUSTÍN: Bueno, no importa. Pero nos tienes que
ayudar.
VECINA: Cómo.
AGUSTÍN: Tienes que ayudarnos a convencer a mi
mamá para irnos todos a Londres.
AGUSTINA: ¡Miami!
AGUSTÍN: Tú también puedes venir, vendemos
nuestras casas y nos vamos los cuatro, podemos comprar una casa juntos y
vivimos como si fuéramos una familia, tú puedes ser como la tía, allá tú vas a
tener un montón de trabajo porque hay un montón de computadoras. Yo voy tener
un grupo de punk famoso y Agustina va a poder estudiar en la NASA para ser extraterrestre.
VECINA: ¿Y mi esposo?
AGUSTÍN: Qué esposo. Ah, tu esposo. Bueno, si se amistan, él también puede venir con nosotros.
AGUSTÍN: Qué esposo. Ah, tu esposo. Bueno, si se amistan, él también puede venir con nosotros.
AGUSTINA: Su amante también puede venir.
AGUSTÍN: Cállate, éste es un plan serio, no
digas estupideces.
VECINA: Ya. Me parece fenomenal, pero qué tal si
lo discutimos mañana cuando nos despertemos, ahora ya es tarde y el sueño a
veces confunde un poco…
AGUSTINA y AGUSTÍN: No tenemos sueño.
AGUSTINA: No estamos confundidos.
AGUSTÍN: Nos queremos ir de acá.
AGUSTINA y AGUSTÍN: Estamos hartos.
Pausa.
VECINA: Yo también quiero irme. Todos los días
pienso en vivir en un lugar diferente. Pero no es tan fácil.
Pausa.
AGUSTINA: Te lo dije. Ella no es como nosotros.
AGUSTÍN: Nosotros no somos de ningún lugar.
AGUSTÍN coge su guitarra, la
desenchufa y toca.
VECINA: Vas a despertar a tu mamá.
AGUSTÍN: Mi mamá no se despierta ni aunque
estalle una bomba en su oreja. ¿Has ido a Londres?
VECINA: No.
AGUSTÍN: Cuando yo llegue a Londres, voy a echarme
en la pista y voy a cantar a todo volumen. (Canta) Esta es la historia
de la señora Agusta/ Pan con mantequilla es lo que más le gusta/ Una noche
explotó una bomba en su oreja/ Y ella siguió roncando como una oveja.
AGUSTÍN: No te duermas, Agustina, hay que cantar
la canción del idiota, ésa te la sabes.
AGUSTÍNA; No quiero cantar.
AGUSTÍN: Canta, hermanita, ¿cómo era? Es tu
letra.
AGUSTINA: No me acuerdo. (Se adormila).
AGUSTÍN: (Canta) Qué bien te ves con tu terno
importado/ te expresas con un vocabulario tan variado/ hasta tus pedos huelen a
Drakar/ creo que deberías ser candidato presidencial/ Eres un perfecto/ eres un
perfecto/ eres un perfecto/ idiota.
AGUSTÍN: ¿Vecina?
VECINA: ¿Escuchas?
AGUSTÍN: ¿Estás bien?
VECINA: ¿Escuchas?
AGUSTÍN: ¿Qué? No escucho nada.
VECINA: Cállate.
AGUSTÍN: ¿Estás bien?
VECINA: Sí.
AGUSTÍN: ¿Qué te pasa?
VECINA: Nada. No pasa nada. Sólo sé que no tengo
plata, que mis caderas crecen cada vez más, que todo está de cabeza, que estoy
sola, que quiero tomarme otra copa de vino, que quiero una casita en el árbol
del parque.
AGUSTÍN: ¿Qué parque?
AGUSTA: Despiértense chicos, es hora de tomar
desayuno.
AGUSTÍN: Todavía falta un montón, ni siquiera
nos hemos acostado.
AGUSTA: Ay, perdón.
AGUSTA se va. Vuelve a entrar
instantáneamente.
AGUSTA: ¿Cómo que no se han acostado? Hace horas
que nos fuimos a dormir.
AGUSTINA: (Se recuesta como para dormir)
Hace media hora.
AGUSTA: ¿Qué hacen aquí? ¿Por qué no están en la
cama?
AGUSTÍN: No tenemos sueño. Estamos desvelados.
Queremos irnos a Londres.
AGUSTINA: (Con los ojos cerrados) Holanda.
AGUSTA: (Se sienta en el sofá) No sé qué
hacer. Esto es agotador. Vecina, no la han dejado dormir este par de locos.
¿Quiere tomar una copita de vino? Es de contraban… No, perdón. (Se pone de
pie) Me voy a dormir. (Se sienta) No tengo sueño. (Se pone de
pie) Pero es hora de dormir. (Se sienta) Pero NO PUEDO dormir. ¿Qué
hago? ¿Qué como? ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Adónde voy? ¿Qué me pongo?
¿Quién me mira? ¿Cuánto cuesta? (Se pone de pie) Hay que ir a comprar
azúcar. (Se sienta) No hay azúcar. (Se pone de pie como un resorte) Hay
que ir a prender la luz. (Se sienta) No hay luz. (Se pone de pie) Hay
que ir a bañarse. (Se sienta) No
hay agua. (Se pone de pie) Hay que ir al teatro. (Se sienta) No
hay función, hay apagón. (Se para). Vamos comer crepes a Paris.
AGUSTA se va a la cocina.
Silencio.
AGUSTINA: (Con los ojos cerrados) Plan B:
la metemos en un manicomio, y nos vamos los tres a New York.
Pausa.
VECINA:
¿Tu mamá… sale de la casa alguna vez?
AGUSTÍN: Sí, para ir a la bodega.
AGUSTÍN: Sí, para ir a la bodega.
VECINA:
¿Y el carro, para qué lo tiene?
AGUSTÍN: Una vez a la semana va a visitar a mis abuelos. A mi abuela. Y a veces me lo presta a mí.
AGUSTÍN: Una vez a la semana va a visitar a mis abuelos. A mi abuela. Y a veces me lo presta a mí.
VECINA: Ah.
Pausa.
AGUSTÍN: La otra vez que pusieron la bomba en el
banco, ella había estado un rato antes ahí. Cuando se enteró le dio un colapso
nervioso. Empezó a temblar y a decir que unos asesinos a sueldo habían
intentado asesinarla porque era una mujer importante para el país y otras
incoherencias por el estilo. (Pausa) Ahora tengo que ir yo, al banco y
cuando hay que hacer alguna cosa. Soy el hermano mayor, tengo que cuidarlos.
También hago algunos cachuelos para traer algo de plata. Pero en verdad soy
músico. Yo toco en una banda subte. A veces tenemos tocadas de toque a toque,
ésas son las mejores. La otra noche habíamos comprando un paco de hierba y
estábamos en el carro de un pata, íbamos a toda velocidad porque ya era tarde y
justo cuando entramos a la calle del bar nos dimos cuenta de que los milicos
estaban haciendo batida. Yo empecé a sudar, ya me veía yo tras las rejas, te
juro por mi madre que en unos segundos me imaginé la película completa, yo en
el calabozo con un montón de terrucos, felizmente cuando vino el milico a pedir
papeles y el perro empezó a ladrar como poseído, me iluminó la gracia de dios y
se me ocurrió decirle que era hijo del Coronel Bustamante. No tengo ni puta
idea si de verdad existe el Coronel Bustamante, mi viejo se llama Agusto y es
ingeniero, pero el milico la pensó un rato y nos dejó ir. Esa noche tuve el
mejor concierto de mi vida.
Pausa. Miran a AGUSTINA, que
duerme tranquilamente.
AGUSTÍN: Ella no ronca ni habla dormida. A veces
ríe o llora, pero siempre en volumen bajito.
VECINA: Tu mamá no puede seguir encerrada. Tiene
que salir a ver lo que está pasando afuera.
AGUSTÍN: Ella no quiere ver. Ni oír. Hace años
que no quiere saber nada.
Entra AGUSTA con una torre
de platos.
AGUSTA: (Mientras camina hacia su cuarto)
Hay que llamar al desentornillador. Debe de estar extrañándonos.
VECINA: ¿A dónde lleva todos esos platos?
AGUSTÍN: (Hace un gesto como que no importa)
Agustina, no duermas. Yo no tengo sueño. ¡Agustina!
VECINA: No la despiertes, pobre.
AGUSTÍN: ¡Agustina!
AGUSTINA: No jodas.
AGUSTÍN: No duermas.
AGUSTINA: Estoy soñando.
AGUSTÍN: ¿Qué estás soñando?
AGUSTINA: Con el vecino.
VECINA: ¿Con mi esposo?
AGUSTINA: No, uno joven.
AGUSTÍN: Odio que duerma antes que yo.
Pausa.
VECINA: Mejor anda a dormir, ya es tarde.
AGUSTÍN: No tengo sueño.
VECINA: Yo tampoco.
Silencio.
AGUSTÍN: Podemos conversar, el tiempo se pasa
rápido conversando.
VECINA: Es cierto.
Pausa.
VECINA:
¿Tu papá les da plata?
AGUSTÍN: No mucho, creo que está sin trabajo.
AGUSTÍN: No mucho, creo que está sin trabajo.
VECINA: Es terrible… cómo las cosas pueden haber
llegado a ponerse tan mal…
AGUSTÍN: Sí.
VECINA: En este país todo puede pasar. Hasta lo
más demencial. No me extrañaría que Caballo Loco vuelva a ser presidente.
AGUSTÍN: No, tampoco te pases.
VECINA: (Ríe) ¿Tú crees que es por el…
ruido?
Pausa.
AGUSTÍN: Claro. ¿Has oído la última canción de
NARCOSIS?
VECINA:
¿De quién?
AGUSTÍN: ¿Conoces la movida subterránea?
AGUSTÍN: ¿Conoces la movida subterránea?
VECINA: No.
AGUSTÍN: Qué pena.
Silencio
VECINA: ¿Sabes de computadoras?
AGUSTÍN: Sé jugar ATARI.
VECINA: Sí, es verdad, ya me lo dijiste.
Silencio.
AGUSTÍN: No tenemos tema de conversación.
VECINA: No.
Silencio.
VECINA: Hay que jugar ATARI.
AGUSTÍN: Ya. (Pausa) No se puede.
VECINA: ¿Por qué?
AGUSTÍN: Está malogrado.
Silencio.
AGUSTÍN: Hay que emborracharnos.
VECINA: Ya.
AGUSTÍN: En esta casa todo se malogra. Mi mamá
compra todo lo que está de oferta. El televisor, la lavadora, los calzoncillos.
No es porque no tiene dinero, es que le gustan las ofertas. Es como si sintiera
que no se merece la mejor marca, algo así, como si el querer la mejor licuadora
fuera un rasgo de soberbia. Todo se malogra pronto, todo es… tan… precario.
VECINA: Qué curioso. Yo me parezco a tu mamá.
AGUSTÍN: ¿Tú también compras las cosas en
oferta?
VECINA: Siempre he sentido que no me merecía a
un hombre como Andrés. Por eso se fue. Nunca me lo creí.
AGUSTÍN: Sí, es bastante inverosímil. Tú estás
buenísima, en cambio él tiene cara de zonzo.
VECINA: Gracias. Lástima que no podamos salir.
Si pudiéramos, nos iríamos a bailar.
AGUSTÍN: Yo te comprendo, tengo muy mala suerte
en el amor. Hace tiempo que ando en busca del amor verdadero pero no lo
encuentro.
VECINA:
¿Tú no eres metalero?
AGUSTÍN: No, soy punk.
AGUSTÍN: No, soy punk.
VECINA: Bueno, es lo mismo. Los punks nunca
hablan del amor.
AGUSTÍN: Claro que sí.
VECINA: ¿Los punks no gritan siempre groserías
respecto al sexo y a las mujeres?
AGUSTÍN: ¿Acaso el amor verdadero no está lleno
de groserías?
VECINA: Claro.
Pausa.
AGUSTÍN: Este es mi problema: estoy en un bar,
me he tomado varias cervezas, y estoy contento, dispuesto a enamorarme de una
chica bonita. Bailo un poco, miro alrededor y encuentro a una. A los pocos
segundos, se cae al piso. Mucho trago. Sigo mirando, a ver si encuentro a otra
y ¡pa! Ahí está, una flaca de pelo negro que baila sola frente a la pared. Me
acerco, le pregunto si quiere bailar, ella me dice “estoy bailando” y continúa
su romance con la pared. Doy media vuelta y me siento como un marciano, hay una
rubia besando a una silla y yo no se adonde mirar. Yo tenía una novia, pero
creo que yo no le gustaba mucho. Amar en estas circunstancias es difícil. Yo
podría quedarme callado, pero prefiero gritar. Por eso soy punk.
VECINA: ¿A qué circunstancias te refieres
exactamente?
AGUSTÍN: Cómo que a qué circunstancia me
refiero. (Pausa) A la circunstancia de pertenecer a una generación que
está completamente entregada a la locura.
VECINA:
Ah. (Pausa) ¿Estás hablando de las drogas?
Pausa.
AGUSTÍN: De las drogas. Claro. Sí, puede ser.
Pausa.
AGUSTÍN toma mucho vino.
VECINA: ¿O del…“ruido”? (Sonríe con
complicidad)
AGUSTÍN: ¿El ruido?
VECINA: Qué es el ruido.
AGUSTÍN:
Cómo que qué es el ruido.
VECINA: A qué se refieren cuando hablan del
ruido.
AGUSTÍN: El ruido, pues. El ruido.
VECINA: Qué es el ruido para ti.
Pausa.
AGUSTÍN: No sé, acá siempre hay ruido. Mi mamá
cree que está afuera, pero hace rato que el ruido ya entró a la casa. Cuando yo
dejo de tocar, por ejemplo, la música termina y entonces aparece un ruido
enorme. Quiero cantar para dejar de escucharlo, pero mi casa se ha convertido
en ruido y aprieta mis músculos para prohibir que yo hable, y que hable mi
mamá, y que hable Agustina. Alzo mis manos para elevarme, quiero lanzarme con
todo mi peso sobre el ruido, aplastarlo con mi cuerpo, asfixiarlo hasta oírlo
pedir perdón. Me arrepiento siempre de producir el ruido, en el momento en que
me está destruyendo el cerebro. Pero cuando se va, llega la nostalgia. A veces
pienso que soy adicto a ruido, lo admito porque estamos en confianza.
Pausa.
AGUSTÍN: Por qué sonríes. ¿Te estás burlando de
mí?
VECINA: No.
Pausa.
AGUSTÍN: ¿Por qué me miras así?
Pausa.
VECINA: Me gusta la forma de tu boca. Nunca
sonríe. Tan bonita.
Pausa.
AGUSTÍN: Me gusta tu culo. Tu piyama es sexy.
Pausa.
AGUSTÍN y la VECINA
se besan. Ella trata de sacarle la piyama a AGUSTÍN pero él la detiene.
AGUSTÍN: No, qué haces.
VECINA: Qué pasa.
AGUSTÍN: Agustina.
VECINA: Ah, verdad.
Pausa.
AGUSTÍN: Vamos a mi cuarto.
VECINA: No. Tu mamá puede entrar, sería un
escándalo.
AGUSTÍN:
Está dormida, vamos.
VECINA: No, esto es una locura.
VECINA: No, esto es una locura.
AGUSTÍN: Sí, me vuelves loco.
VECINA: Me encantas. Vamos.
Van hacia
el cuarto.
AGUSTÍN: Creo que me estoy enamorando de ti.
Sale
AGUSTA. AGUSTÍN y la VECINA
se paralizan. AGUSTA los mira un rato y luego continúa caminando.
AGUSTA: Si durmiera, quizá podría amar. Hay que
preparar café.
AGUSTA sale
a la cocina. AGUSTÍN y la
VECINA siguen paralizados.
AGUSTÍN: Vamos corriendo a tu casa.
VECINA: No.
AGUSTÍN: Vamos.
AGUSTÍN apoya a la VECINA
contra la pared y la besa con violencia. Ella trata de zafarse pero él sigue
besándola y tocándola.
VECINA: ¡Déjame!
AGUSTÍN: Vamos a tu casa.
VECINA: ¡Déjame Agustín!
AGUSTÍN: Cállate.
VECINA: ¡No quiero!
AGUSTÍN: Quiero hacerte el amor, carajo.
VECINA: Pero me estás haciendo daño.
AGUSTÍN la mira y la suelta. Se va a sentar y se tapa la cara con las manos. La VECINA también se sienta,
lejos de él. Enciende un cigarro. La
VECINA fuma obsesivamente, una pitada tras otra.
VECINA: Nada
tiene sentido. (Fuma). Todo lo que hago son cosas que me invento para
tapar los agujeros negros. (Fuma). Si mañana salgo a la calle y me cae
una torre de mierda encima no me voy a sorprender. (Fuma). Poco a poco
me he ido convirtiendo en una receptora pasiva de excremento. (Fuma). Si
en este momento se apareciera un hada madrina estoy segura de que no podría
pedir el deseo correcto. (Fuma). Y si acaso lo pidiera, al poco rato me
las arreglaría para echarlo todo a perder. (Fuma). Una vez más.
VECINA: Nunca enfrento nada. No quiero ir a mi casa porque tengo
miedo de encontrarla quemada.
AGUSTÍN: No se puede apagar al ruido.
VECINA: Eso dice tu hermana.
AGUSTÍN: Pero
yo grito más fuerte para taparlo.
Pausa.
VECINA: La alegría es una señorita débil y
bonita. Baila borracha sobre unos tacos altísimos de aguja. Da una voltereta y
cae al estrepitosamente al piso. Nunca termina la primera canción.
Silencio
largo.
VECINA: Dicen que antes de un terremoto siempre suena un viento feroz.
Pero cuando estábamos en la casa, justo antes de que empezara a sonar la
alarma, lo que había era un silencio inusual. El con los ojos en su artículo,
sin emitir ningún sonido, y yo leyendo. Ningún sonido. Sólo nuestras
respiraciones tan tenues. Y ningún sonido.
Pausa.
AGUSTA: (Grita desde la cocina) ¡AAAAAAAH!
AGUSTÍN
sale corriendo a la cocina.
VECINA:
Ningún sonido.
AGUSTA
sale de la cocina corriendo hacia su
cuarto.
AGUSTA: Se
nos vienen encima.
Regresa
AGUSTÍN de la cocina.
AGUSTÍN: Está saliendo caca del caño.
Se oyen unos pasos de
alguien que corre afuera. Los pasos oyen lejanos, y poco a poco se van
acercando.
VECINA: Alguien está corriendo en la calle.
¿Oyes?
AGUSTÍN: Sí.
AGUSTÍN: Ojalá que le caiga un balazo.
VECINA: No lo veo. (Pausa) ¡Ahí está,
TIENE UNA PISTOLA!
AGUSTÍN: ¡Un terrorista!
AGUSTINA grita. AGUSTÍN y la VECINA la miran.
AGUSTINA: Donde está mi walkman donde están mis
patines donde esta mi nave espacial donde esta la puerta donde esta mi ángel
dónde esta mi mamá.
Entra AGUSTA a toda
velocidad. Abraza a AGUSTINA.
AGUSTA: ¡AQUÍ ESTOY! ¿Qué pasa mi amor?
AGUSTINA se despierta, mira
a AGUSTA y la rechaza. AGUSTO va a la ventana y mira con la VECINA hacia fuera.
AGUSTINA: Déjame.
AGUSTA: ¿Por qué gritas, qué tienes?
AGUSTINA: Nada, tenía una pesadilla.
AGUSTA: Cuéntame tu pesadilla, qué te está
atormentando. Algún chico, seguro.
AGUSTINA: No, no.
AGUSTA:
¿Otra vez los marcianos?
AGUSTINA: No son marcianos, mamá.
AGUSTINA: No son marcianos, mamá.
AGUSTA: Tienes que dejarme que te ayude. Quiero
ayudarte.
AGUSTINA: Prepárame pollo con arroz.
AGUSTA:
ES EL RUIDO ES EL RUIDO ES EL RUIDO.
AGUSTO y la VECINA miran a AGUSTA.
AGUSTA:
(Abraza a AGUSTINA) No te va a pasar nada.
AGUSTINA se aparta
de AGUSTA. La mira con repulsión. AGUSTA se paraliza y habla como una autómata.
AGUSTA:
No me mires como si fuera un perro hambriento tengo hambre pero mi casa está
encerrada el ruido se cuela en nuestros oídos y a nadie le está permitido
llorar anoche me desperté oyendo tus pesadillas cuando entré a tu cuarto la
oscuridad me golpeó la cara ya no puedo acercarme a ti porque no entiendo tu
ruido me llena el cerebro de imágenes confusas que me obligan a gritar no se
puede amar a gritos no se puede susurrar con claridad el miedo me tapa los
oídos me esconde necesito que me guíes necesito que te trepes encima de la casa
y te pongas a llorar.
Silencio. La VECINA corre al teléfono y
lo descuelga.
AGUSTINA: Quiero leche.
Pausa.
AGUSTA: Estoy muy cansada.
AGUSTA, un poco perdida, va
a la cocina.
AGUSTÍN: (A la VECINA ) ¿Vas a llamar al manicomio?
VECINA: (Cuelga el teléfono) No sé a quién llamar.
AGUSTINA enciende la tele.
AGUSTÍN y la VECINA
regresan al sofá. Los tres ven a la pantalla sin ninguna expresión y en
silencio. Entra AGUSTA con una taza.
AGUSTA: ¿Quién más quiere leche?
AGUSTÍN: Yo no.
VECINA: Yo quiero pan con tomate y mantequilla.
AGUSTA: Ya no hay.
Ven TV.
RELATORA:
De acuerdo con lo trascendido, sólo habría arroz para diez días, esperándose la
llegada del primer lote de arroz coreano a bordo del buque Sta. Mónica. La
disponibilidad de azúcar solamente alcanza para veinte días, estimándose en
cincuenta toneladas métricas el déficit a cubrir. El Presidente...
AGUSTA: Hay que decirle al Señor Presidente que
se cambie de peinado. Ese está muy demodé.
AGUSTÍN: Voy a dedicarle una canción. Se va a
llamar “Suicídate maldito Caballo Loco”.
AGUSTINA: Esta leche está horrible.
AGUSTÍN: Voy a cambiar esa mierda.
VECINA: No, no, no cambies.
AGUSTA: Pon la novela.
AGUSTINA: Mamá, tu novela la dan a las ocho.
VECINA: ¿Qué dijo? No escuché.
AGUSTA: ¿A las ocho? ¿Y qué hora es? Ya debe de
ser la hora de cenar, tengo hambre.
AGUSTINA: Yo también.
AGUSTA:
¿Quieres que te prepare algo, mi amor?
AGUSTINA: No.
AGUSTINA: No.
VECINA: ¿Podrían callarse por favor? No puedo
escuchar si hablan tanto.
AGUSTA: Uy, qué humor.
RELATORA: Su conocimiento de Sendero Luminoso,
vivir en una zona donde campea el narcotráfico y varias amenazas recibidas por
parte de un grupo paramilitar, harán difícil encontrar a los asesinos del
periodista.
AGUSTÍN: Voy a cambiar.
VECINA: (Inmoviliza a AGUSTÍN) ¡No!
RELATORA: Su muerte se suma a la lista de caídas
del periodismo, que así se convierte en el Perú, cada vez más, en un oficio que
puede calificarse como de alto riesgo.
AGUSTINA: Tiene un aire al esposo de la vecina,
¿no les parece?
AGUSTÍN: No, más bien tiene un aire a la vecina.
VECINA: Shhh.
AGUSTIN: ¿Puedes quitarte de encima mío,
vecina?, eso está aburrido.
VECINA: ¿Aburrido? ¡Es terrible! Quiero
escuchar, por favor.
AGUSTÍN:
Carajo.
PRESIDENTE: Yo apelo a la fe de los humildes
para lapidar a los poderosos que sacan dinero del país y de algunos que huyen a
Miami y no pagan sus impuestos.
AGUSTINA: ¿El no tiene una cuenta en suiza?
AGUSTA: ¿No les parece que habla en verso? Es
tan poético.
AGUSTÍN: Puras huevadas dice, yo no entiendo
nada.
VECINA: ¡Shhh!
AGUSTINA: ¿Puedo cambiar, vecina?
VECINA: ¡SILENCIO!
AGUSTÍN: Oye, qué te pasa, ésta es nuestra casa,
no nos calles que tú eres la vecina.
VECINA: ¡Pero es que están diciendo cosas
importantísimas!
AGUSTÍN: Importantísima va a ser la puteada que
te voy a dar si sigues callándonos.
VECINA: (Se pone de pie, exaltado) Ya,
está bien, pon lo que quieras, pon El chavo del ocho si quieres, ¿eso es lo que
les gusta, el chavo? ¿O El crucero del amor?
AGUSTINA: No, a mí me gusta La isla de la
fantasía.
VECINA: Perfecto, La isla de la fantasía, ése es
el programa perfecto para esta familia.
AGUSTA: Oiga señora, ¿qué le pasa? Yo no le voy
a permitir esos modales en mi casa.
VECINA: Esta es la historia de la familia
Agusta/ se tapa los ojos si algo le asusta/ vive encerrada en la isla de la
fantasía/ se esconde en la tele si jode la vida.
AGUSTÍN le quita la guitarra.
VECINA: Tus gritos son inofensivos. Sólo haces
ruido pero no sabes por qué.
AGUSTÍN: Cállate loca.
VECINA: El país se cae a pedazos. Yo no quiero
seguir aquí. Voy a buscar a mi esposo. Voy a preguntarle por qué me abandonó.
Voy a exigirle que me pida disculpas. Si me dispara un militar no me importa.
Siempre quise salir en pleno toque de queda.
RELATORA:
...Masacre senderista. Disfrazados de militares diezmaron población ayacuchana
de Conayre. Los puntos más atacados por la subversión van convirtiéndose en
zonas militarizadas. Ya están en ese estado Ayacucho, el Huallaga, Tarapoto y
varios más siguen en la misma ruta....
Explota una bomba afuera. Vuelve a
sonar la alarma del carro. La familia ni se inmuta. Tocan la puerta y oímos
gritar a la VECINA.
VECINA: ¡Abran la puerta, ha habido un
atentado! ¡Su alarma está sonando,
Señora Agusta! ¡Agustín, Agustina, ábranme por favor, van a llegar los
militares! ¡Por favor!
RELATORA: …Treinta y cinco personas fueron
asesinadas, de ellas 18 son ronderos de Ayacucho, 9 policías del Huallaga y uno
es alcalde, abatido en la provincia de Puno...
AGUSTA: Es terrible lo que está
sucediendo en esos lugares.
VECINA: ¡Ábranme, por favor!
AGUSTA: Qué raro, no oigo nada. Creo que me he
quedado sorda. ¿Ustedes oyen algo?
Silencio.
AGUSTINA Y AGUSTÍN: Nada.
AGUSTÍN: Hay que apagar el televisor.
AGUSTÍN apaga el televisor.
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