AFRICA/ABUNDA/
LEJOS/DE/AQUÍ
Walter Rosenzwit
Personajes
Próspero
Mineo
Hacia
Simple
Alcestes
Solorza
DESPUES DE LA TEMPESTAD
Se oye
el paso alejándose de una tormenta (truenos y viento). Vemos una habitación con
una gran ventana. Toda la luz se filtra a través de sus cortinas. En el ángulo
izquierdo, caído sobre una pequeña mesa, un hombre sostiene una copa de leche
blanca. El vaso se vuelca y la leche comienza a caer. Cae y continua cayendo
como si el vaso no tuviera fin. Al fondo del cuarto, un sofá, en él sólo se
observan unas piernas de mujer iluminadas. El resto del cuerpo descansa oculto
en la penumbra. En el ángulo derecho, sentada en una silla, se encuentra una
mujer sin piernas. Su presencia es imponente por sus ropas y peinado. Donde
debieran estar los pies, se ve un camino de zapatos vacíos. El hombre se llama:
Próspero Mineo. La mujer sin piernas: Alcestes Solorza. La joven en el sofá:
Hacia Simple. De pronto se produce un gran silencio , acompañado por la
oscuridad total. Suena un teléfono. Nadie atiende.
Voz off PROSPERO MINEO: Las cosas alguna vez comienzan
así: Aquella noche veía palpitar su cuello... No. No.
La luz
cubre el cuerpo caído de Próspero Mineo, luego incorpora las piernas de la
mujer en el sofá y, finalmente, a la mujer sin piernas (que ahora tiene sus
ojos cerrados).
PROSPERO MINEO: No. No. Aún es muy temprano para que
comience a hablar de aquella noche.
Próspero
Mineo eleva su cara a la luz. Se observa su barba blanca y las facciones
mojadas por el líquido caído.
PROSPERO
MINEO: Me habían aconsejado que la atrapara viva. Pero ¿cómo? De noche no me
despierta porque antes ya me ha provocado insomnio. Espero su susurro. Si no se
produce no puedo dormir. Si lo oigo, no puedo dormir por ese ruido. Así estoy
en el tiempo. Me imagino el encuentro cara a cara. No sé si me paralizará el
horror, o yo le causaré pánico. Lo cierto, que sea lo que sea, no será sin
asco. Pero estoy decidido a hacerlo: No se puede impedir. Un día, finalmente la
sorprendo. No escapa. Me mira y no siento asco ni compasión. Uso las manos y
ella se revuelve con fiereza, como un manojo de fibra de acero, y me muerde un
dedo (PAUSA). Hoy por la noche la agarré con guantes de cuero. Y la puse dentro
de una caja grande. La llevé hasta una orilla para ahogarla. Llené la caja con
piedras y la sacudía constantemente como esperando su súplica. No lo hará. No
sabe hablar. (PAUSA). En el camino me detuvieron dos policías, intrigados por
lo que tenía dentro de ahí. En la caja. Se los comunico en mi vacilante idioma
extranjero. Pero o no me entienden, o no les entiendo. O no lo conciben.
(PAUSA) Me obligan a abrir la caja. Uno de los policías grita y yo repito en mi
idioma: Una rata. Una rata. Ya se lo dije y no me creyó. El animal corre
perdiéndose en lo oscuro. Yo me dispongo a regresar y el policía me obliga a
llevarme la caja. Yo la levanto y la tiro setenta y siete metros más adelante.
Suena
nuevamente el teléfono. Próspero Mineo recuesta su cabeza en la mesa.
Voz off PROSPERO MINEO: Aquella noche veía palpitar su
cuello.
Próspero
Mineo se levanta. Se tapa los oídos con ambas manos.
PROSPERO MINEO: Aquella noche. No. No. Aún es muy
temprano para que comience a hablar de aquella noche. Mi nombre es Próspero
Mineo. No sé si antes dije que soy o creí ser prestidigitador, o ilusionista,
o... Tengo cuarenta años y todo desde ahora (hasta mi propio nombre) es falsa
mentira... Falta... Falta que diga mi última verdad. Ya mismo.
LLEGAR AQUI
De pie,
en el fondo del cuarto, casi como surgiendo de la ventana misma, se ve a un
personaje femenino. Ella lleva un largo vestido hasta los tobillos. Carga entre
sus brazos una caja de cartón y, colgando del hombro, una bolsa que se confunde
con el vestido.
Cuando
Próspero Mineo la mira, la mujer avanza con pasos muy lentos.
Se oye
fuerte su respiración en el ambiente. Próspero Mineo pela una naranja con un
cuchillo. La corta en diminutos trozos.
PROSPERO MINEO: Veo palpitar tu cuello.
HACIA SIMPLE: Es la sangre.
PROSPERO MINEO: Desagradable verlo... de esa manera.
HACIA SIMPLE: Naturaleza. La naturaleza. Natural.
(PAUSA) ¿Calor?
Demasiado calor aquí... adentro.
PROSPERO MINEO: Estamos aquí... después de la
tempestad. La última.
HACIA SIMPLE: Tengo hambre.
Próspero
Mineo llena un vaso con leche. Derrama un poco sobre su mano. Le alcanza el
vaso.
PROSPERO MINEO: Bebe.
Hacia
Simple lame la mano y toma el vaso. Al beber, la leche chorrea por las
comisuras de su boca.
PROSPERO MINEO: ¿Qué comés?
Próspero
Mineo no deja de ver la caja. Hacia Simple la ha depositado en el piso, junto a
ella.
HACIA SIMPLE: Hombres... Nombres... Hacia Simple...
Hacia es el mío. Hacia mi nombre.
PROSPERO MINEO: ¿Tenés hambre aún?
HACIA SIMPLE: Por eso estoy aquí.
PROSPERO MINEO: Sabés leer.
HACIA SIMPLE: El diario sólo pedía una mujer... una
mujer con estas características...
Hacia
Simple se levanta la pollera y muestra sus piernas perfectas.
HACIA SIMPLE: Vea.
PROSPERO MINEO: Veo.
Silencio.
Próspero Mineo se acerca. Mira las piernas.
PROSPERO MINEO: Esta es la primera condición. Sólo un
paso.
Hacia
Simple da un paso hacia adelante.
PROSPERO MINEO: Sólo uno más.
Próspero
Mineo deja rodar de entre sus manos tres naranjas y, con una carta que surge de
la manga, contornea las piernas desnudas.
HACIA SIMPLE: ¿Cuál es el truco?
PROSPERO MINEO: No. No son trucos. Es la vida.
Próspero
Mineo toma los pies de la mujer y retira los zapatos. Los pies están sucios. El
los lava con leche. Hacia Simple besa a Próspero Mineo. El es besado. Se deja
besar con sus brazos en cruz.
Silencio. La luz
cambia y por un instante se iluminan los párpados abiertos de la mujer sin
piernas. Ella parpadea una y otra vez con extrema lentitud.
HACIA SIMPLE: Tengo que irme.
PROSPERO MINEO: ¿Dónde?
HACIA SIMPLE: No me gusta este juego.
PROSPERO MINEO: Sabés quien soy.
HACIA SIMPLE: Quien...
PROSPERO MINEO: Ardiente corazón tenés.
HACIA SIMPLE: ...Soy ...Sos...
PROSPERO MINEO: ... en cosas que hielan de espanto.
HACIA SIMPLE: ... Fui... Fuiste...
PROSPERO MINEO: De ningún modo conviene perseguir lo
imposible.
Pausa.
HACIA SIMPLE: Es tarde.
PROSPERO MINEO: Cierto. Ya es demasiado.
HACIA SIMPLE: ¿Cierto?
PROSPERO MINEO: Tarde aquí.
La luz
se concentra en un trozo de pan sobre la mesa de Próspero Mineo. El lo corta en
dos. En el aire se oye la voz de Próspero Mineo en off.
Voz off PROSPERO MINEO: Ir. Partir. Ir. Partir.
PROSPERO MINEO: Parto. Parto en el nacer. Parto en el
ir. Parto en el cortar... Harto de la voz que todo lo quiere decir... y sólo
vuelca el silencio. Silencio. Silencio en la boca de esa mujer.
Oscuro.
MUJERES
Mismo
ámbito. Hacia Simple está de pie. Descalza. Observa el camino de zapatos de
mujer. Lo recorre en puntas de pie. Probándose algunos. Rozando otros. Vaciando
otros que están llenos de arena que se esparce en el piso. Al fin del trayecto
se encuentra con Alcestes Solorza, la mujer sin piernas. Hacia observa la
falta, su incompletud, y rompe en un ataque de llanto y espasmos respiratorios.
Hacia cae a los “pies” de Alcestes como muerta. Poco a poco se incorpora.
Alcestes
Solorza baraja un mazo de naipes.
ALCESTES SOLORZA: ¿Cuál era su nombre?
HACIA SIMPLE: Hacia.
ALCESTES SOLORZA: ¿Hacía dijo usted?
HACIA SIMPLE: ¿Hacía?
ALCESTES SOLORZA: ¿Hacía de hacer?
HACIA SIMPLE: No. Hacia de ir.
ALCESTES SOLORZA: ¿Dónde?
HACIA SIMPLE: ¿Importa?
ALCESTES SOLORZA: Disculpe. Tiene razón.
HACIA SIMPLE: La tengo... en el creer.
ALCESTES SOLORZA: Ese... es otro tema.
Silencio.
ALCESTES SOLORZA: Hacia, cuénteme una historia.
HACIA SIMPLE: ¿Cuál historia es esa?
ALCESTES SOLORZA: Alguna historia... es para hablar de
algo, en espera de que algo ocurra. Dado que algo debe pasar, suceder, aquí...
flota en todos los rincones.
HACIA SIMPLE: ¡Lo presiento! (PAUSA) Recuerdo que en
una primavera gasté todo mi dinero en comprarle a un vendedor callejero... una
Mariposa. Una Mariposa Azul. Luego... Luego vi su color... Y su vida. Una
Mariposa que me llevara al paraíso. Azul. Paraíso. Sabía usted, se cree que el
Paraíso descripto en la Biblia existió... aquí... existió aquí (PAUSA)
Africa Azul... Y la Mariposa atrapada bajo el pequeño cristal. Mi pequeña
Mariposa prestando su libertad.
Alcestes
Solorza roza la cara de Hacia con su palma. La escena se cubre de penumbra. Se
ilumina un pequeño cuarto lateral. En el se destaca un grabador de cinta
abierta, una silla y un perchero. Una bombita desnuda es la iluminación. De
pie, Próspero Mineo viste un delantal blanco de trabajo (tipo carnicero) sobre
sus ropas. Junto a la luz observa su propia mano izquierda, y, en ella, una
gota de sangre se desliza desde el dedo índice. De pronto, una mancha roja
crece en su pecho hasta anegarlo. La luz de la bombilla se apaga lentamente.
La acción
se restablece entre las mujeres. El encuentro que acompaña estos diálogos está
marcado por una gran eroticidad. Impulsa la acción física Alcestes.
HACIA SIMPLE: Raro.
ALCESTES SOLORZA: Sí.
HACIA SIMPLE: Todo.
ALCESTES SOLORZA: ¿Qué?
HACIA SIMPLE: Esto.
ALCESTES SOLORZA: La sensación extraña.
HACIA SIMPLE: (Refiriéndose
a las piernas) ¿Extraña?
ALCESTES SOLORZA: Como sí... Como sí... Como sí.
HACIA SIMPLE: Cómo es... Cómo es... Es.
ALCESTES SOLORZA: No sé.
HACIA SIMPLE: Cómo si ya no tuviéramos...
ALCESTES SOLORZA: Cómo si ya nos hubiéramos...
Silencio.
HACIA SIMPLE: ¿Duele?
ALCESTES SOLORZA: ¿Duelen?
HACIA SIMPLE: No lo ve usted misma.
ALCESTES SOLORZA: Ya no.
HACIA SIMPLE: Perdón. Disculpe. No quise...
ALCESTES SOLORZA: Yo tampoco.
HACIA SIMPLE: Yo creo que...
ALCESTES SOLORZA: ¿En qué?
HACIA SIMPLE: El placer.
ALCESTES SOLORZA: Pero... no es solo.
HACIA SIMPLE: Solamente en algunas circunstancias...
Cuando las presencias son tan reales en la piel.
ALCESTES SOLORZA: Que impiden la contención.
HACIA SIMPLE: Sí. Exacto.
Silencio.
HACIA SIMPLE: Aunque en una ocasión, en el interior de
un subterráneo, tuve tal necesidad que me vi obligada a bajar en cualquier
estación, y correr por las escaleras hacia la plena luz. Las gotas mojaron
fríamente todo mi cuerpo y, caminé hasta perderme.
ALCESTES SOLORZA: Nuevamente. Lo imagino. Su piel es
tan dulce... Un hombre se empalaga.
Durante
estos diálogos las mujeres recorrieron mutuamente sus cuerpos. Así, los labios
se posaron sobre los dedos, los dedos sobre la lengua, la pierna sobre el
cuerpo incompleto.
Y una
mano ha dejado al descubierto un pecho. En la quietud, esta unión conforma una
imagen que evoca a la Pietá de Miguel Angel. Donde Hacia Simple es la figura
caída y Alcestes Solorza la imagen de María. De pronto, de la mano de Alcestes
caen naipes.
Apagón.
LA MIRILLA
Pequeño
cuarto lateral. Próspero Mineo sentado frente a una puerta, mira a través del
ojo de la cerradura. En el perchero el guardapolvo está cubierto con una mancha
color azul.
PROSPERO MINEO: Labio. La vio. La veo. La bella. La
ve. La ve ir. La ve into. La-ver-into... Punto. La perdí... dentro. Dentro y no
entro. Entro. No encuentro. Encuentro. Dos puntos, una puerta (PAUSA).
Solo, por la mirilla la luz penetra (PAUSA). El ojo observa moviéndose rápido y
dilatado sobre el metal frío que, daña... la córnea... cornamenta (PAUSA). El
cuarto cerrado como caja negra que encierra todo dentro... Yo fuera... Aquí...
Fuera. (PAUSA) Tomo este vaso, en esta mano, que toco con mi mano. Recorro cada
falange y siento la existencia sólida de los huesos dentro... Dentro... Yo
desde aquí pervivo un ritmo de bombeo oscuro y... viscoso. Impulso sin fin...
sin fin... con... con... f... f... certero. Certero recorrido de ida y regreso.
La ruta... ruta... gruta oscura, aquí... fuera de la caja.
Suena
un teléfono. Su sonido es lejano y por momentos se funde con el paso de una
sirena.
PROSPERO MINEO: Todo me ahoga.
Próspero
Mineo se ahorca con sus propias manos. El rostro se enturbia. La cara muestra
una sonrisa.
PROSPERO MINEO: Soy conciente... Miento, me miento, te
miento para matar... el tiempo... BUM - BUM..., o, para atraparlo aquí.
El
sonido telefónico ha crecido en volumen. Una copa vibra en la mesa. Próspero
Mineo activa el grabador de cinta abierta que reproduce su voz.
Voz PROSPERO MINEO: ...Y su rostro transfigurado por
el dolor no gritó...
Próspero
Mineo apaga la lámpara desnuda desenroscándola con las manos.
EL PULLOVER
En el
ámbito que posee la ventana se encuentran las dos mujeres, una frente a la
otra. Alcestes Solorza tiene una madeja de lana roja entre las manos. Hacia
Simple toma la primera hebra, comienza a desenredar la lana y a armar un
ovillo.
ALCESTES SOLORZA: ¿Cómo llegaste hasta aquí?
HACIA SIMPLE: Por un aviso en el diario.
ALCESTES SOLORZA: Siempre igual. El mismo recurso.
HACIA SIMPLE: ¿Cómo dice?
ALCESTES SOLORZA: Nada. Nada digo.
HACIA SIMPLE: Es una pena.
Pausa.
ALCESTES SOLORZA: ¿Cómo llegaste hasta aquí?
HACIA SIMPLE: Por mar. Atravesándolo.
ALCESTES SOLORZA: ¿No te marea?
HACIA SIMPLE: Sólo si miro mis pies. No, si veo el
horizonte.
ALCESTES SOLORZA: ¿Y cuándo dormís?
HACIA SIMPLE: Olvido.
ALCESTES SOLORZA: Es un recurso... peligroso... usual.
Demasiado usual.
HACIA SIMPLE: Tranquiliza. Normaliza la respiración.
ALCESTES SOLORZA: ¿La respiración?
HACIA SIMPLE: Asma. Desde niña me invadió. Ese asma...
Somos amigos ya.
Se ve
entre penumbras la figura de Próspero Mineo. Se recuesta en el sofá.
ALCESTES SOLORZA: Lo supongo. Va muy rápido.
HACIA SIMPLE: No, en absoluto.
Pausa.
ALCESTES SOLORZA: ¿Cómo llegaste hasta aquí?
HACIA SIMPLE: Sencillo. Preguntando. Preguntando en mi
idioma nadie me entiende... Pero todos te oyen...
ALCESTES SOLORZA: La música. Reconocen la música.
HACIA SIMPLE: Exacto. La misma música me trajo hasta
aquí.
ALCESTES SOLORZA: Sonido. Sonidos. Supongo que estarán
entrenados. (PAUSA) Una habilidad de la sangre negra. Por eso se comunicarían
con tambores.
HACIA SIMPLE: Distancias. Distancias los separan...
Los une el eco que es el eco de una antigua canción... (PAUSA) Estamos tan
lejos que, al ver esas letras en el diario, leí inmediatamente el idioma mío.
ALCESTES SOLORZA: ¿Su idioma?
HACIA SIMPLE: ¿No lo sabía?
ALCESTES SOLORZA: No. Dígamelo, por favor.
HACIA SIMPLE: El aviso estaba en palabras...
ALCESTES SOLORZA: Lógico.
HACIA SIMPLE: No... Palabras... Palabras argentinas.
ALCESTES SOLORZA: Me dice usted que... que encontró
ese recorte en el diario en... español.
HACIA SIMPLE: Sí. Por eso vine: Solamente un argentino
sería capaz de hacer un chiste de gallego en el Africa.
ALCESTES SOLORZA: ¿Cómo llegó hasta aquí?
La
madeja de lana se ha terminado. El ovillo ya tiene su forma. Hacia se lo
entrega a Alcestes. Esta lo deja caer accidentalmente y, la bola roja rueda por
la habitación. Alcestes se queda con la punta del ovillo entre los dedos. Hacia
gatea en cuatro patas para buscar la bola roja. De pronto se marea. Un ataque
de asma invade su pecho. Toma una silla y se sienta en un aparte. La luz cambia
centrándose en Hacia Simple. Es una luz fría, cortante, como de un
interrogatorio policial.
HACIA SIMPLE: Nunca me gustó el mar. Me gustan las
ciudades, el desierto, los ríos. Pero cuando veo el mar (PAUSA) cuando veo un
barco, me emociono y... siento una nostalgia casi dolorosa... como de una vida
vivida hace tiempo y muy lejos... y ... por un momento creo... creo que esa
emoción se debe a la belleza del mar que estoy mirando... al deseo de subirme
al barco. Y, de pronto recuerdo que no me gusta el mar... Que ni siquiera me
interesa. Y, sin embargo, ahí me quedo, envuelta, conmovida en la fascinación
del abismo. No el mar. No... Caer... Caer o no caer... (PAUSA) Siempre
presiento que estoy en donde no debo estar... Tal vez, por este motivo, la
magia, el desaparecer, el diluir mi carne sea una buena solución momentánea a
mi problema (PAUSA). No va a llover.
Hacia
ha recogido el ovillo de lana. En el otro extremo, Alcestes con sus ojos casi
cerrados, atrapa entre los dedos la punta de lana. Hacia tira de la hebra y el
brazo de la mujer sin piernas queda suspendido en el aire por la tensión de la
lana roja.
NAIPES
En el
cuarto con la gran ventana, Próspero Mineo está sentado frente a Alcestes
Solorza. Media entre ellos una pequeña mesa. Próspero da cartas de un
mazo. Hacia Simple los observa.
ALCESTES SOLORZA: La besaste.
PROSPERO
MINEO: Era casi bella. La sorprendí en su intimidad. No escapó. Yo no sentí
asco. Usé sólo las manos para atraparla. Sentí entre mis dedos las
palpitaciones del corazón asustado. Me miró y me sentí mirado. Casi la dejo
libre. Pero... No. Era una invasión.
Alcestes
Solorza huele las cartas que Próspero le tiende.
ALCESTES SOLORZA: Siento su olor en tu piel.
PROSPERO MINEO: Pensé en abandonarla a la muerte por
hambre.
Hacia
Simple se aproxima. Queda de pie a espaldas de Próspero Mineo.
HACIA SIMPLE: ¿Qué hacen?
PROSPERO MINEO: Jugamos.
HACIA SIMPLE: ¿Qué juego es ése?
ALCESTES SOLORZA: El Truco.
Próspero
Mineo se pone de pie.
ALCESTES SOLORZA: Sólo jugamos al truco. Siempre
jugamos al mismo juego aquí.
HACIA SIMPLE: No lo conozco. (PAUSA) Tengo que irme.
Próspero
Mineo gira y toma por los hombros a Hacia Simple, con suaves movimientos la
sienta en la silla vacía dejada por él.
PROSPERO MINEO: La carne es tan débil... tan frágil
que, es la propia carne quien puede destruirla.
Próspero
Mineo aprieta levemente los labios de Hacia Simple y se aleja caminando. Se
detiene frente a la ventana.
ALCESTES SOLORZA: El truco es un juego de apuestas de
los más animados y entretenidos, pues como la mayor parte del éxito estriba en
engañar a los contrarios haciéndoles creer que se tiene tal o cual juego, los
jugadores se ven obligados a hacer prodigios de astucia y disimulo para
conseguir ese objeto. Se juega con barajas de cuarenta cartas. Este es el As de
espadas, es la carta de mayor valor... en el... Truco.
La
palabra truco resuena en el ámbito produciendo reverberaciones, ecos. Las
mujeres siguen con las cartas. Próspero Mineo está de pie junto a la ventana y
prende uno a uno todos los fósforos de una caja.
PROSPERO MINEO: La piel... La piel... y si pensamos
que aquí la piel se llena de ese sol, simple sol, siempre sol... sobre el color
oscuro de siempre. Y ellos no toman sol, sólo reciben el sol, al despertar,
sobre su piel brillante. (PAUSA) No buscan el bronceado. Son. Son ignorantes de
pie bajo el agujero creado allá. Lejos de aquí. Allá, donde ahora cubren su
piel. Aquí en Africa la piel se pudre ingenuamente por detenerse en el mismo
sitio de sus padres. La misma huella.
Próspero
Mineo cae dormido en el sofá. Poco a poco su cuerpo es absorbido en este
elemento. El sofá se lo va tragando. Literalmente. Sólo queda su torso al aire.
De entre el sofá surgen otras piernas. Piernas de mujer. Próspero Mineo intenta
tocarlas. Se oye la voz de Próspero Mineo en off durante esta imagen.
Voz off PROSPERO MINEO: No me alcanza. No me
alcanzaba... aba... Necesitaba algo más. Necesité algo. Necesito algo.
Necesitaré algo más...
Ariadna. (PAUSA) Debemos. Debimos buscar... Más. Más.
(PAUSA) Ella quiso. Me quiso... Hoy lo veo en su piel. Ella entregó su ser en
mí... necesidad... Egoista... Egoista... Ayer fue... fue... fui.
Próspero
Mineo cae del sofá. Es escupido por el sofá. Queda en el piso.
EL JUEGO DEL TRUCO
Próspero
Mineo aún permanece en el suelo. Hacia Simple seca el sudor de la frente del hombre.
Alcestes Solorza con tres cartas en la mano.
ALCESTES SOLORZA: Apagábamos la luz. El cuarto se
iluminaba de neón coca-cola. Reíamos de la carne. El decía que tenía que
guardar sus manos en la humedad salada de mi vello. Que sólo así el sueño era
compartido. Y reíamos unidos en un solo cuerpo penetrado y... penetrando la
incertidumbre del viaje nocturno y... Rojo neón... bañados en el rojo neón.
Neón titilante como el faro del mundo. Y, nosotros en su cúspide, girando en la
luz nocturna y roja, nos susurrábamos nuestras vidas. Todo era un continuo de
existencia (PAUSA) Alejábamos el miedo hacia... a... sí... a... Anillo
perfecto, él mojaba sus dedos en él. El círculo. El regreso... En la ruta
siempre mutable... los cuerpos nuestros... siempre pisaban la huella del otro.
Pie sobre marca. Abriendo la carne. Surcando el retorno y el encuentro en
nuestros matinales rostros siempre.
Alcestes
conforma un abanico con los naipes y cubre su cara. Se oculta tras ellos.
UN DESPERTAR
En el
piso, Próspero Mineo mueve sus brazos lentamente. Observa el anillo en su dedo
anular. Mira a Hacia en cuclillas junto a su cuerpo.
PROSPERO MINEO: ¿Qué hora es?
HACIA SIMPLE: ¿Dónde?
PROSPERO MINEO: En nuestra tierra.
HACIA SIMPLE: País.
PROSPERO MINEO: Lejos.
HACIA SIMPLE: Lejano... Extraño.
PROSPERO MINEO: Qué diferencia existe.
HACIA SIMPLE: Horas... Horas...
PROSPERO MINEO: Seríamos jóvenes allá.
HACIA SIMPLE: Doce horas.
PROSPERO MINEO: Seríamos.
HACIA SIMPLE: Creo que allá nada es.
PROSPERO MINEO: Pero está. Es real.
HACIA SIMPLE: Lejos... allá... no sé si las miradas
son las mismas.
PROSPERO MINEO: El río lleva agua.
HACIA SIMPLE: Turbio. Turbia y lentamente.
Silencio.
Próspero
se quita el anillo. Juega con él entre sus dedos.
PROSPERO MINEO: En la esquina estaba tirado. La
espalda contra la pared. Las uñas, garras curvas, palas mugrientas que rascaban
el cuero cabelludo enmarañado. Sus zapatos muestran agujeros negros en la
suela. La piel... la extraña piel lograba emparchar la suela del zapato. Casi
tropiezo con ese manojo en la esquina tirado... Y... ávidamente... me pregunta,
“¿Qué hora es?”... y miro mi reloj. Y le contesto su pregunta y vuelve a
repetir mis propias palabras transformándolas en sílabas que distancian los
minutos. Separando el tiempo. Preocupando el tiempo. En esa esquina continuó
tirado... y yo continué la marcha viendo en mí su boca desdentada
preguntándome, “¿Qué hora es?” (PAUSA) Yo llegaba tarde y él, en la esquina me
preguntó la hora desdentada.
Durante
la escena Hacia Simple le entrega un vaso con leche al hombre. El intenta
beberlo y no lo hace. Finalmente, Próspero Mineo, deja caer el anillo dentro
del vaso. Y mete sus dedos en la leche.
SOLO MUJER
Alcestes
Solorza se encuentra con la cabeza caída sobre el pecho. Lentamente sus dedos
inician un movimiento recorriendo el propio cuerpo. Una mano sujeta la cara y
la eleva. La otra mano se enfrenta con sus ojos y le muestra sus cinco dedos.
Ella los recorre con la lengua. De pronto la mano que sostiene la cabeza retira
el anillo del dedo anular. Lo huele. Luego la cabeza regresa a la posición
sobre el pecho. La luz cambia abruptamente. Es una iluminación fría como de
interrogatorio policial.
ALCESTES SOLORZA: Sólo soledad invadió mi falta... En
ella encontré
la cura. (PAUSA) Silencio y carne muerta fue mi
lengua. (PAUSA) Sentía el rechazo a su piel... esa piel en fuego y sangre...
Tanto fue el dolor del sacrificio... Que la duda abrió abismos (PAUSA) No
hablé. No le hablé. Ni hablaré. (PAUSA) Y... sin embargo... no es odio... ni
rencor lo que siento por el hombre. (PAUSA) Lo que yo sentí (PAUSA) Siento...
En mí su ausencia... (PAUSA) Ya no tienen sentido mis palabras, tantas palabras
que palabras parecían consolidar nuestra... unión (PAUSA) Creo. Estoy segura
(PAUSA) ¿Odio?... ¿Rencor?... En absoluto. Sí yo sabía lo que quería él en
mí... Entregué mis poros abiertos.. como aquella primera vez. Porque yo fui
virgen... Penetrada. Amputada. Fracturada virgen en primer amor (PAUSA) Y...
luego... la piel selló. Mutó. Secó. Pude comprobar que, nuevamente virgen en
mi, el himen nacía... Nació en mí. (PAUSA) Sola en el camino. Entregué y lo
volvería a hacer.
Oscuro.
MANO IZQUIERDA
En el
interior del pequeño cuarto lateral se encuentra Próspero Mineo. Sobre la mesa
hay una gran pecera llena de arena y, Próspero Mineo, permanece con todo su
brazo izquierdo dentro. Con la mano derecha manipula el grabador de cinta
abierta. Lo activa. Lo apaga. Avanza. Retrocede. Las voces acotadas en la
escena surgen de este grabador.
Voz HACIA SIMPLE: ...tengo hambre... tengo hambre...
hambre...
PROSPERO MINEO: Insomnio... Maravilloso insomnio. De
niño me hubiera muerto de horror... Espero el sonido... Soy un prestidigitador
zurdo de mano izquierda. Extremadamente zurdo...
Voz HACIA SIMPLE: ...irme... irme... tengo que irme.
PROSPERO MINEO: Y espero el sonido de una gota de agua
aplastándose en el piso. Aquí. Aquí.
Voz HACIA SIMPLE: Tengo que irme...
Voz ALCESTES SOLORZA: Por favor... Por favor, cuénteme
una historia...
PROSPERO MINEO: Insomnio, aquí yo. Yo entré en
soledad...
Voz ALCESTES SOLORZA: ... Cuénteme una historia...
PROSPERO MINEO: Naturalmente... Tal vez, ella, la
soledad... me esperaba... desde el nacimiento del tiempo en estas tierras. Ella
con su fiel servidor: el Silencio... Poco a poco me voy convirtiendo en algo así
como un especialista en silencio... de los silencios.
Voz ALCESTES SOLORZA: El truco. El truco.
PROSPERO MINEO: Y yo... todo yo tenso como una gran
oreja... sintiendo la nota del silencio que me invade. (PAUSA) Si yo
desapareciera. Si yo pudiera desaparecer succionado por la nada que yo mismo
voy creando. Mi creación. Un mundo a mi imagen: Un mundo liso en nada.
Voz PROSPERO MINEO: Liso en nada... Nada... ada...
ada... ada.
Próspero
Mineo prende y apaga el grabador destruyendo la palabra grabada en la cinta
magnetofónica.
Silencio.
PROSPERO MINEO: Mi brazo izquierdo... duerme. El
dormido (PAUSA) Lo encontré ahí... muerto... y lo agarré entre el índice y el
pulgar de mi mano derecha. Yo levanté esa cosa extraña. Esa masa asquerosa y
húmeda, de carne pesada. Ese miembro de otro... unido... soldado a mi cuerpo.
En mi propio cuerpo por error. (PAUSA) Imagino. (PAUSA) Me veo sorprendido
manipulando mi propio cadáver completo. Me impresiona su peso muerto. Y esa
cosa informe que es: Yo. Pero, es realmente Yo... (PAUSA) Si pudiera construir
fuera de mí un individuo llamado Próspero Mineo. Un Próspero Mineo diestro...
Próspero
Mineo retira su brazo izquierdo de la pecera. En el extremo del mismo se
encuentra un zapato de mujer. Toda la estructura brazo/zapato semejan una
pierna. Próspero saca del interior del zapato su mano izquierda. Mira dentro
del zapato y encuentra un pez muerto. Desde la boca del pescado cae el anillo
de Próspero Mineo. El lo ve rodar. Se oyen sonidos de metales, como de monedas
cayendo, en la banda de sonido.
Oscurecimiento.
LA PARED AZUL
Frente
a la ventana, Hacia Simple observa el exterior. Alcestes, como siempre,
permanece en su ubicación en el ambiente.
ALCESTES SOLORZA: ¿Qué observa tanto?
HACIA SIMPLE: Un niño.
ALCESTES SOLORZA: ¿Sólo un niño?
HACIA SIMPLE: Un niño y una pared.
ALCESTES SOLORZA: ¿De qué color?
HACIA SIMPLE: Quién... Azul.
ALCESTES SOLORZA: ¿Un niño azul?
HACIA SIMPLE: Una pared azul... Tan azul que se
confunde con el cielo. Es un alto paredón con una grieta como un rayo negro, de
punta zigzagueante hacia abajo.
ALCESTES SOLORZA: ¿Y el niño?
HACIA SIMPLE: ¿Qué ocurre con él?
ALCESTES SOLORZA: ¿Qué hace?
HACIA SIMPLE: Nada.
ALCESTES SOLORZA: ¿Cómo nada?
HACIA SIMPLE: Está sentado y observa concentrado la
pared.
ALCESTES SOLORZA: El rayo.
HACIA SIMPLE: No podría saberlo con seguridad. Sé que
mira la pared... Está como cautivo ante el paredón azul... Solo... Callado.
ALCESTES SOLORZA: Y porqué lo mira tanto.
HACIA SIMPLE: ¿Quién?
ALCESTES SOLORZA: Usted Hacia... Usted.
Silencio.
Ingresa
Próspero Mineo y se oye el sonido de metales rodando por el piso. Próspero
Mineo se queda recostado sobre la puerta lateral que comunica un cuarto con el
otro.
ALCESTES SOLORZA: ¿Cómo está el tiempo aquí?
HACIA SIMPLE: Más caliente que antes.
ALCESTES SOLORZA: Ya no llueve.
HACIA SIMPLE: El desierto crece. No lo ve usted misma.
ALCESTES SOLORZA: Ya no llueve... No miro a través de
ella.
PROSPERO MINEO: (Susurrando)
Ya pasó ... la tempestad... no vendrá... Estamos en un tiempo después del
diluvio.
Silencio.
Hacia
Simple comienza a desnudarse frente a la ventana. Es ganada por el calor.
HACIA SIMPLE: Para qué me ha traído. Nunca me va a
enseñar.
ALCESTES SOLORZA: No tuvimos hijos.
HACIA SIMPLE: Qué quieren entonces.
ALCESTES SOLORZA: Yo nada. Espero junto a él.
Silencio.
ALCESTES SOLORZA: ¿Por qué mirás tanto?
HACIA SIMPLE: Soy hija única.
ALCESTES SOLORZA: Lo siento.
HACIA SIMPLE: Yo también lo sentí aquí... por largos
períodos... Ella murió al día de nacer.
ALCESTES SOLORZA: ¿Quién?
HACIA SIMPLE: Mi hermana gemela solamente pesaba un
kilo... y yo había devorado todo su alimento.
ALCESTES SOLORZA: ¿Por qué?
HACIA SIMPLE: Simple sangre. Desde el comienzo creí
que ella vivía... que vivía desdoblando mis acciones. Anticipando mi propia
presencia.
ALCESTES SOLORZA: Yo también sentí en un primer
momento que ellas estaban ahí. Pero que se negaban a aparecer.
HACIA SIMPLE: Ella besaba a mi madre antes que mis
labios. Yo encontraba su mejilla un tanto húmeda al posar mi débil mano.
ALCESTES SOLORZA: Los zapatos estaban calientes... y
las partículas de polvo no dejaban de posarse en ellos.
HACIA SIMPLE: Finalmente viví su desaparición.
Alcestes
Solorza llora. Hacia Simple sale de escena. Próspero Mineo permanece de pie en
la penumbra.
BAJO EL AGUA
Detrás
de una cortina de baño se ve el contorno del cuerpo desnudo de Hacia Simple.
Ella comienza a darse una ducha. Escenográficamente, el ámbito ducha cohabita
con el ambiente principal que posee la gran ventana. La luz del baño inunda
todo, provocando un efecto de contraluz. Se vuelven a oír los mismos sonidos de
monedas rodando que ya fueran percibidos al caer el anillo de Próspero Mineo.
Próspero Mineo avanza, como haciendo equilibrio, sobre una hebra de lana roja
que lo acerca a Alceste Solorza. El hombre busca el anillo. Ese es su móvil.
Desde la ducha, Hacia Simple, habla en alta voz para ser oída por Alcestes.
HACIA SIMPLE: Sólo queda en pie una... una muda
escalera que asciende y desciende... asciende y desciende. Y caída, como
durmiendo, se corrompe una puerta sin sus goznes. La madera pudriéndose ya no
se abre en mi casa. Mi casa fue despojada por una autopista. No sabía. (PAUSA)
No sabía lo que era una au-to-pis-ta cuando nos mudamos. Los sobres. Esos
sobres deslizándose por debajo. Sí, sólo tenía la imagen de esos sobres y el
sonido del papel arrugado. La frente de mi padre generando caminos en su carne,
cicatrices que tardaban en borrarse y luego ya no se borraron. Y mi padre
leyendo una y otra vez con su boca abierta la palabra: Autopista. (PAUSA) Antes
de partir hacia aquí, caminé por ese ancho tramo desierto y gris... oyendo el
silbido en mis oídos y algunas bocinas alejándose. Me detuve y vi desde lo alto
(en lo bajo), a aquellos azulejos azules de la cocina. Así, desnudos... sentí
vergüenza por ellos... y por mí. (PAUSA) Aún permanecía allí aquel último
cuadradito azul que esta mano (más pequeña ayer) tocó. Vi la huella, la huella
imborrable perdura... Perdura a los transeúntes de ojos ciegos... Y a la fría
lengua del viento de otoño.
Cuando
el relato de Hacia Simple ha concluido, Próspero Mineo se halla en el piso
(apoyado sobre sus manos y rodillas) junto a la falda del vestido de Alcestes
Solorza. En el trayecto ha ido desprendiéndose de puñados de arena que
encontraba en los bolsillos de su traje. Con un último puñado en la mano
izquierda y, levantando la pollera de la mujer con la mano derecha, el hombre
susurra:
PROSPERO MINEO: Llevo en mis bolsillos la más
maravillosa tierra que para mi es la tierra mía.
Alcestes
Solorza comienza a entornar una canción. Una melodía infantil. Próspero Mineo
deja caer el ultimo puñado de arena. Introduce la mano izquierda bajo la falda
de la mujer. El hombre busca el anillo y la mano encuentra infinitas telas. La
falda se multiplica. Todo el brazo se pierde en la búsqueda. Al querer retirar
el brazo, Próspero Mineo no puede hacerlo. Está atrapado. El hombre tira, tira
con fuerza de su propia extremidad. El brazo sale, pero donde debe estar la
mano izquierda, sólo se encuentra una hebra de lana roja.
PROSPERO MINEO: (susurrando)
Alcestes. Alcestes. Ariadna. Alcestes. Ariadna. Alcestes.
Hacia
Simple surge desnuda de la ducha. Camina lentamente con su cuerpo mojado hasta
el sofá ubicado en el último plano de la escena.
Próspero
Mineo tira de la hebra roja, aquella que ocupa el lugar de su mano y se pierde
bajo la falda. Hacia Simple seca su cuerpo frotándolo contra el sofá.
PROSPERO MINEO: (susurrando)
Alcestes. Alcestes. Ariadna. Alcestes. Ariadna. Alcestes.
Próspero
Mineo retira incesantemente esa hebra sin fin que brota desde el interior de la
falda. Su mano no aparece. Hacia Simple seca su cuerpo y, del sofá, comienzan a
desprenderse jirones de tela con los que ella se envuelve. El accionar de ambos
es simultáneo. Pero ellos no se miran, cohabitan en sus mundos paralelos.
PROSPERO MINEO: (susurrando)
Alcestes. Alcestes. Ariadna. Alcestes. Ariadna. Alcestes.
Alcestes
Solorza continúa cantando. Hacia Simple cubre su cuerpo como vendándolo.
PROSPERO MINEO: (susurrando)
Alcestes. Alcestes. Ariadna. Alcestes. Ariadna. Alcestes.
Sólo
las piernas de Hacia Simple están al descubierto. Así permanece la mujer,
inmóvil. Próspero Mineo cae mudo a los “pies” de Alcestes Solorza. La mujer sin
piernas va acallando poco a poco el canto. Su boca se transforma en la mueca de
un grito sin voz.
Apagón.
VEIA PALPITAR SU CUELLO
Oscuridad
total. Se oye en la banda de sonido un teléfono. Nadie atiende.
Voz off ALCESTES SOLORZA: Aquella noche veía palpitar
mi cuello... No. No. No.
La luz
ingresa lentamente sobre el cuerpo de Alcestes Solorza. Caído, junto a ella, se
encuentra Próspero Mineo. Su cuerpo está acurrucado sobre sí, la única
extremidad particularmente visible es su mano izquierda. Tiene los ojos
cerrados. En la escena no está Hacia Simple.
Voz off ALCESTES SOLORZA: No. No.
ALCESTES SOLORZA: No. Aquella noche yo veía palpitar
mi cuello en el brillo oscuro de los ojos. Su cara pareció temblar,
desdibujarse y... balancearse hacia adelante y... hacia atrás. De pronto, se
mordió cruelmente la lengua y sentí una opresión... mi carne, que ya se iba a
estrellar... se dispersó. (PAUSA) Y hubo un silencio. Un enorme silencio como
cuando cesa un dolor.
Alcestes
Solorza bebe lentamente un vaso de leche que tiene en su mano desde el inicio
de la escena. Se oye nuevamente el teléfono.
Voz off ALCESTES SOLORZA: Aquella noche veía palpitar
mi cuello.
La
mujer termina de beber la leche.
ALCESTES SOLORZA: Mi nombre es Alcestes Solorza. No sé
si antes dije que soy o creí ser asistente o partenaire o... esposa. Tengo
treinta y cuatro años y todo desde ahora no sé si es un sueño o un anhelo...
Dormir... Quizás tendría que haberlo detenido. Quizás yo tenía el...
presentimiento de lo que iba a hacer y dejé deliberadamente que siguiera su
camino. De vez en cuando, intento razonar los hechos. Pero todo se enturbia enseguida.
Me pasó durante todo el asunto. Ni un solo momento en el que pudiera llevarme
por mis reacciones naturales, sin preguntarme de inmediato si con ellas no
perjudicaría a alguien con quien me había comprometido.
EL REGRESO
En el
cuarto con la gran ventana, surge Hacia Simple desde atrás del sofá. Está
desnuda y lleva sobre el hombro su vestido. La mujer camina lentamente
arrastrando una silla. Ella avanza, retrocede, se sienta, en estas acciones se
va vistiendo. El movimiento es como coreográfico; sin llegar a ser una danza.
En el piso aún está Próspero Mineo quien recién reacciona cuando Hacia pasa
junto a su cuerpo. Hacia Simple se instala con la silla frente a Alcestes
Solorza. En ese momento Hacia apoya su mano mojada sobre la pared lateral del cuarto.
Queda la mancha húmeda dibujada en la superficie. Alcestes la observa con mucha
atención. Próspero Mineo ve a ambas mujeres absortas en sus propias acciones.
Subrepticiamente, se dirige hacia la caja que aún permanece donde la ha dejado
la mujer al ingresar. Próspero Mineo toma la caja y se encamina hacia la puerta
lateral que comunica con el cuarto donde está el grabador de cinta abierta. La luz cambia sobre
Próspero Mineo tornándose dura y fría, como de interrogatorio policial.
PROSPERO MINEO: Me despertaba en medio de la noche con
una erección insoportable. El endurecido pene presionando sobre el pequeño
slip. Su elástico conteniendo el impulso de mi carne y mi sangre. El reloj
siempre marcando los números y, cuando yo creía que ya habían pasado horas...
sólo hacía cuartos que había conciliado el sueño. Impedía a mi propio cuerpo
evacuar el fluido mediante la masturbación. Reconozco que en algunas
oportunidades recurrí a mi mano izquierda. Pero, al poco rato, ahí estaba
nuevamente la necesidad empujando debajo de mi ombligo... ¿Por qué? ¿Por
qué? ¿Por qué todo se convertía en realizar el acto con un ser
incompleto? Busqué en otras mujeres y... sólo logré el placer solo: eyaculando
sobre sus vientres, sus pechos... No lograba la erección suficiente para
penetrarlas. Sólo mojaba mi dedo en sus cálidas entrepiernas y... reía viendo
sus torpes movimientos animales al llegar al éxtasis y el llanto. (PAUSA) Luego
yo volcaba la sustancia blanca en sus labios.
Próspero
Mineo sale con la caja. Enciende la bombilla eléctrica del cuarto. Queda de pie
abrazando la caja.
ALCESTES SOLORZA: Como pasa el tiempo cuando uno
observa detenidamente una mancha en la pared. Una mancha de humedad en la pared
blanca muta, crece y va mostrando todas sus caras. Caras e imágenes que se
confunden y disfunden hasta ser tangibles en ese espacio plano... Veo ese
pequeño gnomo de barba floreciendo en pétalos de flor... Pétalos uno a uno...
Se abren mostrando sus órganos... ojo... boca... labio carnoso y el lacio pelo
bajando por la espalda desnuda de marcadas vértebras zigzagueantes...
perdiéndose en la... profundidad oscura del cascabel y... anticipando la cara
de aquel... ese... hombre con alma de... de... de Dios. (PAUSA) ¿Por qué ahora
cae la pintura en triste lluvia de nieve... mamá?... ¿Estás ahí?
CAJA
En el
pequeño cuarto lateral, Próspero Mineo deposita la caja sobre una mesa. Con
gran cuidado la observa, la osculta. Finalmente, decide desatar el envoltorio,
y, encuentra dentro, otra caja igual a la primera. Repite la misma acción
topándose con otra caja. Simultáneamente con el accionar de Próspero Mineo se
oye su voz en off.
Voz off PROSPERO MINEO: En esa época, las noches en
que mi madre salía, yo me atormentaba pensando que no volvería a verla.
Recuerdo que con la intención de hacerme pasar de la pesadumbre a la risa, una
noche me vestí con sus ropas... un sombrero negro de alas anchas, un vestido de
gran escote, sus prendas más íntimas las usé para rellenar el gran corpiño...
(PAUSA) Aunque reconocía mi propio cuerpo de tantas tardes, no pude reprimir el
espanto al verme en el espejo. Creo que a esas horas y vestido así, el pobre
Próspero (yo mismo) asustaba a cualquiera... Todos los días de mi vida yo temía
perder a mi madre. Debía estar un poco loco. Después vinieron las mujeres y me
salvaron de angustias y temores.
En el
ámbito de la gran ventana, las dos mujeres permanecen enfrentadas. Están tan
próximas, que habla una sobre el oído de la otra.
ALCESTES SOLORZA: Ya le he dicho que pasé gran parte
de mi niñez encerrada. No teniendo chicos amigos, mi hermano y yo nos
inventamos dos compañeros imaginarios a los que llamamos Quilos y Molino.
Finalmente cuando nos aburrimos de ellos, le dijimos a nuestra madre que habían
muerto.
HACIA SIMPLE: Huelo chocolate... una masa caliente saliendo
de un horno... el regreso a... chocolate.
ALCESTES SOLORZA: Nos perdemos tan fácilmente en la
vida.
HACIA SIMPLE: Yo también he muerto... Yo empiezo mi
vida después de mis diez años... ahí donde dejé de rezar. Lo demás no me
pertenece.
ALCESTES SOLORZA: Cuando niña... ¿amaba yo a Dios? No
lo creo. Yo pensaba que EL es... Y más tarde tuve que repudiarlo... rechazarlo
porque en ese tiempo habitaba en mí. Y yo no quise saber más de EL. Lo
olvidé... ¿En qué piensa?
HACIA SIMPLE: Se perdieron.
ALCESTES SOLORZA: No fue un corte. Fue una pérdida.
HACIA SIMPLE: ¿Un extravío?
ALCESTES SOLORZA: No. No. No. (PAUSA) No en esa
tierra. No en la nuestra.
HACIA SIMPLE: (afirma)
Una desaparición.
ALCESTES SOLORZA: Sí. Los objetos suelen
desaparecer... Ciertamente yo no las encontraré nunca. Pero que nadie intente
poner esto en claro. Si yo fuese un hombre, un varón, reflexionaría para poner
en orden las cosas desde el principio al fin. Pues debe haber un principio, y
si al menos se pudiera atrapar, ya sería algo. ¡Ah! Vamos así a la deriva, y me
parece que todos están distraídos y preocupados... Como si cayese una estrella
fugaz y nadie la mirara... No te olvidés nunca, pedí tu deseo. Creo que no se
cumplen, pero hay deseos a largo plazo, que duran toda la vida... y no debe
esperarse que se cumplan.
HACIA SIMPLE: Yo no comprendo nada. Es demasiado para
mí.
Apagón.
CRISIS
La
escena está a oscuras. De pronto sorprenden los gritos de Hacia Simple.
HACIA SIMPLE: Socorro. Socorro. Ayúdenme. Ayúdeme
alguien.
La
escena se ilumina lentamente. Se observa a la mujer haciendo gestos por la
ventana. Próspero Mineo se le acerca por detrás. Trata de calmarla. La mujer es
ganada por una gran convulsión respiratoria.
HACIA SIMPLE: Suélteme hijo de puta. Hijo de puta. Yo.
Yo. Yo ya no sé. No sé por qué... ¿Por qué? Me quiero ir. Me debo ir. Ir de
aquí. Apesta. Todo apesta. Su piel apesta. Qué quiere. Qué querés conmigo.
¿Viste la sangre? Viste la sangre.
Hacia
Simple se desploma en el suelo. Próspero Mineo la carga entre sus brazos.
PROSPERO MINEO: Es tan bella. Es tan suave.
ALCESTES SOLORZA: Dejala ir.
PROSPERO MINEO: No puedo. La necesito.
Próspero
Mineo deposita a la mujer en el sofá. Luego busca en su bolso. En el interior
encuentra: una pistola, pastillas, un documento de identidad y elementos
varios. Se queda con la pistola, la cual guarda sin que lo vea Alcestes.
TRUCO GALLO
En el
centro de la escena, los tres personajes sentados alrededor de una mesa. Juegan
al Truco.
Voz off ALCESTES SOLORZA: Se juega entre tres
jugadores, yendo uno solo (lo que se llama ir de Gallo) contra los otros dos
que van de compañeros. Las partidas de Truco Gallo tienen dos modos distintos
de jugarse...
Voz off PROSPERO MINEO: Durante mucho tiempo creí que
yo estaba desprovisto de recuerdos. Es más, había desarrollado la cualidad del
olvido...
Voz off ALCESTES SOLORZA: En cualquiera de las dos
clases de partidas el gallo se da cuatro cartas para sí y después que las ha
visto debe descartarse de una antes de que comience el juego...
Voz off HACIA SIMPLE: ¿Sirve de algo? ¿Sirve de algo?
¿Sirve de algo?
Voz off PROSPERO MINEO: Es bueno decirse en voz alta:
“No ha sucedido”. “No ha sucedido”.
Voz off HACIA SIMPLE: Los que en cada tiro van de
compañeros cobran cada uno para sí los tantos que hayan ganado juntos al que va
de gallo. En esta clase de partida siempre...
Voz off ALCESTES SOLORZA: Estoy tan cansada. Cansada.
A veces me veo y me digo en voz alta. “Estoy tan cansada”.
Voz off PROSPERO MINEO: ¿Sirve de algo? ¿Sirve de
algo? ¿Sirve de algo?
Voz off HACIA SIMPLE: Caminé sin descanso. No sé
dónde. En cuantas ciudades, barrios, cementerios. No sé, ¿sirve de algo?
PROSPERO MINEO: (Para
sí) Es bueno decirse en voz alta. No ha sucedido... ¿Sirve de algo?
ALCESTES SOLORZA: (Para
sí) Estoy tan cansada. Cansada. A veces me veo en el espejo y me digo en
voz alta: “estoy tan cansada “... ¿Sirve de algo?
Todas
las voces comienzan a amalgamarse hasta formar una sola y compacta masa
indescifrable; donde se mezcla el off y el sonido en vivo. De pronto se produce
un abrupto silencio.
DORMIR
Los
tres personajes continúan alrededor de la mesa. Pero ahora todos duermen. De
las manos de las dos mujeres caen las cartas al piso. Próspero Mineo eleva su
cabeza y observa su juego, arroja una carta a la mesa.
PROSPERO MINEO: Flor... No... perdón. Digo envido.
Falta. Falta. Falta envido y truco. Truco y retruco y quiero... quiero vale
cuatro.
Próspero
Mineo se descarta mostrando el juego. Luego toma nuevamente las cartas y las
deja caer al piso. Se levanta muy lentamente y acerca la boca al oído de su
mujer, que continúa durmiendo. Allí inicia el siguiente acto: Abriendo muy
grande la boca, vuelca extraños y musicales gritos en el oído de Alcestes
Solorza. De pronto el hombre rompe en una fuerte carcajada.}
PROSPERO MINEO: Conocí a un tipo que se compró su
anillo de bodas más grande para poder sacárselo con facilidad al salir de la
casa.
La
carcajada en la boca de Próspero Mineo se vuelve un angustiado llanto. El
hombre se mete en el pequeño cuarto lateral y con un serrucho corta la caja en
dos.
PROSPERO MINEO: Yo necesitaba algo más. Algo que me
supere. El truco perfecto. La búsqueda. El encuentro con el límite de la carne.
Para eso necesitaba. Necesitaba siempre necesitaba. Yo necesitaba alguien.
Alguien, algo, alguien que se atreviera a penetrar en una caja. La caja y una
mujer que se entregue a mí. Y ella se sacrificó. Entregó su cuerpo en mi
búsqueda. Ella fue la única que satisfizo mi pedido. Mis propias necesidades.
Ella por mí... Ella y mi error. Alcestes.
Próspero
Mineo corta la caja con el serrucho. Del interior caen zapatos de mujer.
TELEFONO
En el
ámbito principal se encuentran los tres personajes. Próspero Mineo y Hacia
Simple están de pie uno frente al otro. El hombre lleva sus manos dentro de los
bolsillos del saco, habla y gesticula sin retirarlas de allí. Alcestes Solorza
mira fijo hacia el frente, sin parpadear.
PROSPERO MINEO: Yo necesitaba algo más. Algo que me
supere. El truco perfecto. La búsqueda. El encuentro con el límite de la carne.
Para eso necesitaba. Necesitaba siempre necesitaba. Yo necesitaba alguien.
Alguien, algo, alguien que se atreviera a penetrar en una caja. La caja y una
mujer que se entregue a mí. Y ella se sacrificó. Entregó su cuerpo en mi
búsqueda. Ella fue la única que satisfizo mi pedido. Mis propias necesidades.
Ella por mí... Ella y mi error. Alcestes.
Suena
el teléfono en escena. El sonido surge ahora del aparato mismo. Próspero Mineo
atiende, permanece con el auricular en su oído, como oyendo una voz del otro
lado de la línea. Sin decir ninguna palabra, el hombre corta. De pronto Hacia
Simple comienza a hablar, cuenta una historia. Alcestes Solorza y Próspero
Mineo giran hasta quedar con sus miradas fijas y atentas en la joven.
HACIA SIMPLE: Un hombre y una mujer se amaban. Esos
seres deseaban depender el uno del otro. La pareja decidió abandonarlo todo. Y
en un jardín construyeron una casa. La casa tenía dos puertas. Una en el
costado derecho para el hombre, y otra en el costado izquierdo para la mujer.
Así el primero en despertarse bajaba a abrir su puerta, y durante todo el día
ingresaba... el paisaje y la luz y el viento con sus aromas... y hasta los días
pasados y los rostros y los destinos entraban por esas puertas. Todo encontraba
el sitio perfecto como si no hubiera otro lugar en la tierra. Transcurría el
tiempo y los dos vivían muy felices. (PAUSA) Una mañana, la Muerte se presentó
ante la puerta derecha. El hombre corrió y la cerró inmediatamente. Y no la
volvió a abrir durante el resto del día. Dos días después la Muerte se detuvo
delante de la puerta izquierda. Temblando, la mujer echó el cerrojo. La pareja
no habló de lo ocurrido. Y así, viviendo sólo de lo que había dentro de la
casa... comenzaron a dormir mal. De pronto una noche los sorprendió un extraño
golpetear, se oía al otro lado de la pared. Aterrados, el hombre y la mujer
comenzaron a hablar en voz alta, como si no oyeran nada. (PAUSA) Desde aquella
noche las puertas se cerraron definitivamente. Si bien el silencio regresó, de
tiempo en tiempo el ruido volvía más y más fuerte. Y el hombre y la mujer no
dejaron de reír y hablar más y más fuerte con sus voces más cansadas. (PAUSA)
Pero conozco otro final para la misma historia... En verdad la mujer nunca
había visto a la Muerte y confiada la dejó entrar. Entonces la Muerte le dio un
puñado de semillas y le dijo: Dale esto a tu esposo... y se alejó sin más. La
mujer vio los granos feos y chicos, y se dijo: Yo no quiero dar esto inconcluso
como regalo. Voy a sembrarlos en el jardín y cuando surja su fruto se lo
entregaré a mi esposo, y le contaré lo sucedido... Así regresaron a la vida de
antes. Aunque el marido siempre pensaba en la Muerte que había visto de pie en
su puerta, pero, al ver a su mujer tan hospitalaria, él también abrió la
puerta. Y entró mucha vida y mucha luz dentro de la casa. (PAUSA) Al llegar la
primavera surgió en medio del jardín, entre los lirios rojos, una pequeña
zarza. Tan pequeña pero con un extraño fulgor que la destacaba de su oscuridad.
El hombre quiso preguntar a la mujer por esa planta, pero siempre lo olvidaba.
Y día a día la mujer dejaba su explicación en suspenso. Así ambos sólo
contemplaban la planta. A la primavera siguiente esperaron que brotara una flor
en la zarza y, tristes, la vieron muda entre tantas flores. Entonces decidieron
concentrar todos sus esfuerzos para la próxima primavera...
Alrededor el jardín fue cada vez más selvático... Los
lirios rojos empalidecieron. Pero un día ambos vieron entre las hojas negras y
puntiagudas de la zarza... una flor pálida y azul. De pie, en silencio el hombre
y la mujer se deleitaban con el perfume de la flor, y sin tener nada que
decirse... sólo pensaban: Ahora la Muerte florece. Desde esa mañana todo cambió
en el Mundo.
Silencio.
Un largo silencio acompaña el fin del relato de Hacia Simple. Los personajes quedan
estáticos como si el tiempo se hubiera detenido. Luego se observan las bombitas
eléctricas que comienzan a titilar. Un leve temblor se expande en el ambiente y
la fluctuación eléctrica aumenta. Todo vibra porque un terremoto mueve ese
sitio de la tierra. Cae la puerta del pequeño cuarto lateral. Hacia Simple gira
y mira fijamente a Alcestes Solorza.
HACIA SIMPLE: ¿Lo amás aún?
Todo se
calma. Próspero Mineo continua girando y girando sobre sí mismo.
PROSPERO MINEO: Es interesante el trabajo sobre una obsesión.
No tiene por qué. Sólo aparece. Así, como un lunar que sorpresivamente hallamos
en nuestra mejilla al afeitarnos. No sabemos si siempre estuvo ahí. Si nació
con nosotros o en nosotros. Pero, sí se percibe su crecimiento. Poco a poco,
inexplicablemente, nuestra vista se encuentra posada en él. Nos descubrimos de
pie frente a una vidriera cualquiera, (allí nos acercamos buscando alguna
corbata de pintitas azules), y, de pronto, nuestra vista cambia su foco de
atención y estamos mirando nuestro propio reflejo borroso y, desde él,
brillante, real en su perfecta forma nos llama el claro lunar. ¿Por qué? ¿Por
qué desde su insignificancia nos llama aunque lo ocultemos? Intenté borrarlo
dejándome crecer la barba. Inútil. Yo sabía que él estaba ahí. Y, no sólo yo lo
sabía. También veía otros ojos posarse en él. El estaba aunque yo cambiara mis
gestos. Aunque me enfrentara al público con otra máscara. Aunque mi mano
izquierda lo ocultara. Y él era ella. Ella una obsesión. Así, como un lunar
maligno.
Silencio.
PROSPERO MINEO: Me encerraba en el sótano a oscuras y
así permanecía sentado frente a una desnuda pared de ladrillos. Hasta sentir la
humedad desprendiéndose y el musgo crecer. Así, sentado, oyendo solamente mi
propia respiración. Y en el torrente de mi sangre su presencia viajaba sin
descanso.
Silencio.
PROSPERO MINEO: Luego mi obsesión saltó al cuerpo de
los otros. El alivio. Pude volver a respirar y respirar hasta invadir la última
de mis células de oxígeno. Ahora él no estaba en mí. Lo veía distanciado en el
brillo de otras sonrisas. (PAUSA) Yo observador. Yo indagando. Yo. Yo acusando
a ELLA/EL/LO (PAUSA) Allí, fuera, desnudo se mostraba ante mí. Se bamboleaba,
se contorneaba lascivamente hasta hacerme sentir su sabor en mi lengua. Me
seducía. Cambió su táctica. Esa obsesión regresaba en lo otro con más fuerza.
Silencio.
PROSPERO MINEO: No pude. No hice preguntas y me rendí
a todos sus pedidos. (PAUSA) Yo fui ella. Yo era mi obsesión.
Silencio.
PROSPERO MINEO: Ahora ya no soy nada. Ahora ya no soy.
Silencio.
HACIA SIMPLE: Pero, ¿por qué yo entonces aquí?
Próspero
Mineo besa a Hacia Simple. Le besa las manos y cae de rodillas.
PROSPERO MINEO: Lo ingenuo... Lo puro... Le existencia
de una verdad.
HACIA SIMPLE: ¿Para qué?
PROSPERO MINEO: No lo sé. Quise. Quise.
Pausa.
Hacia
Simple lo abofetea.
PROSPERO MINEO: No me animo a iniciar mi propia
muerte, que es lo único que me queda ya. Espero que ahora que lo sabés, te
apiades de mí.
Próspero
Mineo le entrega el revólver a Hacia Simple. Ella lo observa extrañada, como si
no supiera que elemento mecánico es ése.
NACIMIENTO
Hacia
Simple está de pie con el revólver entre sus dedos.
HACIA SIMPLE: Duerme. Duerme. Sí. Duerme. Sí.
El
cuerpo de Próspero Mineo se desploma sobre el piso.
HACIA SIMPLE: Y él durmió inducido por estas palabras
que se depositaban en mi boca. Estas “otras “ palabras... Sorpresa. Me invade.
Me invade algo. Algo. Algo hasta comprender. Comprender algo en mí. Mí. (PAUSA)
Veo como su abdomen se expande. Es algo. Algo me hace tener este don. Y yo estoy
aquí... lejos... en mí. (PAUSA) Caliente aire. Caliente irradia sobre la piel.
En la piel. Aquí nuevamente oigo: “levántate... levántate”.
Los
brazos de Próspero Mineo se elevan. La joven mujer se asusta de sí misma, de
sus propios dones. Hacia Simple abre grande la boca.
HACIA SIMPLE: Abre grande mi boca. Caen de ella las
perlas.
La voz
de Hacia Simple se transforma y surge otra voz de su propia boca. Se oye el
siguiente poema en la boca de la joven mujer:
HACIA SIMPLE: Cuando
algo se me cae desde la ventana
aunque
sea lo más pequeño,
¡cómo
se precipita la ley de gravedad,
y
la conduce al corazón del mundo!
Cada cosa está vigilada
por
un hada pronta a volar:
cada
piedra, y cada flor
y
cada niño por la noche
Solamente a nosotros, colmados de soberbia,
nos
urge abandonar estas correspondencias,
para
ir al vano espacio de alguna libertad,
en
lugar de entregarnos a las fuerzas prudentes
y
elevarnos como un árbol.
En
vez de acomodarnos, dóciles y tranquilos
a
las rutas amplísimas,
nos
enlazamos de muchas maneras,
y
el que se aparta de los círculos
queda
indeciblemente solo.
Debe
aprender entonces, de las cosas,
a
empezar nuevamente como un niño.
Pues
ellas que pendían del corazón de Dios,
de
él nunca se alejaron.
El
que osó superar
en
el vuelo a los pájaros,
otra
vez una cosa debe saber: ¡caer!
Pacientemente
descansar
en
la gravedad.
La voz
de Hacia Simple vuelve a ser su propia voz.
HACIA SIMPLE: Por esto estoy. Por esto. Mi nombre es
Hacia Simple. Tengo veintitrés años. Por esto estoy. Por esto. No poseo la
magia. Ella en mí.
Hacia
Simple cae. Llora. Llora en la sorpresa. Ella retira de su escote un ala de
ángel. La joven mujer vuelca las lágrimas que mojan y despiertan a Próspero Mineo.
El hombre sigue el recorrido de las lágrimas con los dedos de ambas manos,
desde la piel de la mujer a su propia piel. Sus palabras comienzan como un
susurro, un rezo, y terminan en un gran canto que llena toda la boca.
PROSPERO MINEO: De pronto descubrí que la magia era
otra. Vi el Sol, la Luna brotar, y la gota de agua corriendo por la piel...
Trucos sin magia. Sin trucos... Tú haces mi soledad. Sólo a ti puedo yo
transformar. Tan pronto eres tú, tan pronto es tu murmullo, o es un perfume
perfecto. (PAUSA) ¡Ay!, en mis brazos tú naces siempre de nuevo: te conservo,
porque nunca te he tenido.
De
pronto toda la leche derramada durante la obra comienza a arder. Próspero Mineo
se desprende de otro él. (Un doble a escala de si mismo queda en el piso a medida
que el hombre se incorpora).
La luz
se traslada sobre el cuerpo de Alcestes Solorza. Ella se pone de pie sobre sus
propias piernas.
Todo
arde.
Abrupto
apagón.
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